domingo, 5 de junio de 2016

Tristeando, por la Calle de la Amargura…

Por: Norma Márquez

¿Agobiado por desamor? Quien no haya padecido mal de amores, seguramente tampoco habrá escuchado para sí aquella coloquial frase con la cual confirmaría acongojado que lo traen “por la calle de la amargura”…


Las teorías del uso de tal expresión son tan ancestrales como la calle en sí, pero más allá de la alusión melancólica, irónicamente, caminar por la Calle de la Amargura es una experiencia digna de apreciar entre los pintorescos rumbos de San Ángel, en la delegación Álvaro Obregón de esta Ciudad de México.

Empedrada como el resto del barrio, entre brotes de bugambilia y jacaranda, balcones, portones y herrajes antiguos bordeando sus mansiones, y uniformada con el particular aire bohemio del rumbo, la Calle de la Amargura tiene mucho más que penurias guardadas en medio de su historia, magia y secretos. Aquí están:

Donde todo comenzó
Para ello debemos remitirnos a Madrid, España, donde se originó la “mortificada” razón de la calle que nos atañe, pues ahí también existe una avenida Amargura. Los motivos de la nomenclatura van y vienen, pero todas tienen una causa religiosa. Y bueno, luego de la conquista y su consiguiente evangelización, no debe extrañarnos que una calle del mismo nombre resuene, no sólo en varias ciudades de México, sino también de Colombia, Honduras, Costa Rica o El Salvador.
 
Calle de la Amargura, San Ángel
Así es, los latinoamericanos la adoptamos, al igual que el uso de aquella frase coloquial a la que le hicimos eco sentimental como el de Antífona, un poema de Manuel Machado que alude a los amantes sin amor:

…Crucemos nuestra calle de la amargura,
levantadas las frentes, juntas las manos...
¡Ven tú conmigo, reina de la hermosura;
hetairas y poetas somos hermanos!

Pero, ¿por qué Amargura?
Regresemos a la capital mexicana. Desde tiempos virreinales, la noche del Viernes Santo se realiza una Procesión del Silencio que, entre lamentos, parte del templo de El Carmen hacia la Plaza San Jacinto, donde se improvisaba un púlpito para orar. Ya podrán suponer cuál era la vía de acceso, pues la aflicción y el duelo que conlleva el rosario hicieron que desde entonces ésta fuera conocida como Calle de la Amargura. Por la misma razón también encontramos como vecino el estrecho pasaje llamado Santísimo, ambos caminos relacionados con la procesión que acompañaría el luto y recorrido de la Virgen de Dolores hasta San Jacinto.

Pero no sólo la nomenclatura me llevó a andar en la pequeña pero fascinante Calle de la Amargura, también el ansia por encontrar más de sus secretos. Por eso la recorrí curioseando, no tristeando, desde la diagonal que forma con Benito Juárez hasta Avenida Revolución, pasando de una acera a otra, recreándome la vista con cada rincón.

La morada del boticario, o ¿del obispo?
Es difícil imaginar la planicie que formaba esta zona en la época prehispánica, más tarde ocupada por construcciones simples fabricadas a base de adobe, como la humilde vivienda que en la esquina de la actual Amargura y Juárez ocupara el maestro de botica Antonio Fernández en 1707, habitada después por el obispo Joaquín Fernández de Madrid y Canal.
 
Casa del Obispo de Madrid
Pero si la vox populi hizo que, entre otras, esta calle fuera nombrada como Amargura, los inmuebles también eran popularizados por el renombre de sus propietarios, de tal manera que la vivienda del maestro botica no tuvo gran fama hasta que la habitó el obispo De Madrid. Hoy, convertida en la Galería de Arte Popular Mexicano, la Casa del Obispo de Madrid también fue casa del ex presidente Antonio López de Santa Anna, del poeta José Zorrilla y del historiador José María Agreda y Sánchez.

Camino cuesta bajo encontramos la parte posterior del Centro Cultural Isidro Fabela, también conocido como Museo Casa del Risco, cuya entrada principal se encuentra en San Jacinto pero se extiende hasta la Calle de la Amargura.


La opulencia entre la “amargura”
Esta zona fue un fértil terreno gracias al riego del Río Magdalena, pero desde el virreinato sólo las altas esferas de la sociedad gozaron de su prosperidad, y así quedó de manifiesto en las lujosas construcciones que aquí se hallan, como la que encontramos casi llegando a Revolución, escriturada en 1734 para el platero Francisco Fagoaga, quien apartaba el oro en la Casa de Moneda. Y no está de más comentar que la Casa del Mayorazgo de Fagoaga fue también habitada por el virrey Alonso Núñez de Haro y Peralta.
 
Casa del Mayorazgo de Fagoaga
Y para terminar el recorrido, llegamos a un costado de la Plaza del Carmen, un rincón tan plácido como el resto donde los fines de semana se instala el Jardín del Arte, convirtiéndose en una galería a cielo abierto donde los artistas le agregan más color al rumbo promoviendo sus lienzos.

Es evidente el esplendor que prevalece en San Ángel, un rumbo que invita a agasajar el paladar, admirar sus construcciones, conocer su historia y recorrer con calma el ambiente bohemio que emana en medio del empedrado. Por ello, la próxima vez que alguien me advierta que me traerá “por la calle de la amargura” con gusto lo tomaré como una textual y fascinante invitación para contemplar una vez más sus encantos.


FUENTE: Secretaría de Turismo de la Ciudad de México; TuriMéxico; Secretos de Madrid; A media voz, recopilación de poemas de Manuel Machado, México Desconocido.

2 comentarios:

  1. Para ustedes, Norma Gabriela y Luz Eréndira vayan mis sinceras felicitaciones y agradecimiento por estas 'Escondidas Historias' de la 'Ciudad de los Palacios', que nos permiten conocer más de ella y nos ilustran.
    Lástima de no poder pasear por los sitios que sugieren, porque me se separan más de 400 kilómetros y más de 75 años que me impiden hacerlo.
    Nuevamente gracias y sigan echándole ganas y mucho esfuerzo.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Todo lo contrario, el agradecimiento es nuestro. Y si la distancia es impedimento para pasear entre estas y otras historias, más razones tenemos para esforzarnos y hacer del recorrido una vivencia cercana. ¡Gracias por tus lecturas y comentarios, papi!

      Borrar

¿Te trae recuerdos? ¡Cuéntanos tus anécdotas!