miércoles, 29 de junio de 2016

2a. parte de la Calle Isabel la católica

Por: Luz Eréndira

Como les contábamos en la 1ª. parte de esta reseña, la calle Isabel la Católica inicia en Av. Independencia y es muy larga, ya que atraviesa las siguientes vías:
Serafín Olarte, Francisco Field Jurado, Nigromante, Cumbres de Maltrata, Ramos Millán, Romero, Libertad,  Niños héroes de Chapultepec, Guipúzcoa, Ahorro postal, Buzones, Estafetas, Carteros, Unión Postal, Correspondencia, Cuenca, Xola, Alfonso XIII, Cádiz, Segovia, José Toribio Medina, Juan E. Hernández y Dávalos, José Peón Contreras, Ángel del Campo, Fray Juan de Torquemada, Manuel Caballero, Antonio Solís, Rafael Delgado, Juan A. Mateos, Francisco Olaguibel, José María Roa Bárcenas, Efrén Rebolledo, Fernando Ramírez, Juan de Dios Peza, Manuel Payno, A. García Cubas, Manuel José Othón, Gutiérrez Najera, José Joaquín Arriaga, Manuel M. Flores, Juan Lucas de Lassaga, Alfredo Chavero, Rafael Ángel de la Peña, Lorenzo Boturini, Antonio León y Gama, Fernando de Alva Ixtlixóchitl, Victoriano Salado, Lucas Alamán y Av. 20 de noviembre, Chimalpopoca, Fray Servando Teresa de Mier, Nezahualcóyotl, Eje 1A sur (José Ma. Izazaga), San Jerónimo, Centro Histórico Peatonal, Mesones, República de El Salvador, República de Uruguay, Venustiano Carranza, 16 de septiembre, Francisco I. Madero, 5 de mayo, Tacuba.

De acuerdo con registros, esta transitada “avenida” ha sufrido varias modificaciones en su nomenclatura, algunos otros nombres que ha tenido Isabel la católica son: Las Carreras, San José del Real, Los Oidores; asimismo, se le conocía como calle del Espíritu Santo, y allá por los años 1600 era conocida como Los Profesores de la Compañía.



Casa de los Condes de San Mateo Valparaíso
En el número 44 está un inmueble que destaca de entre los demás, no sólo por su arquitectura, sino también por su tamaño, que ocupa buena parte de esa esquina, y se le conoce como la Casa de los Condes de San Mateo Valparaíso.



El caserón perteneció a don Miguel Berrio y Zaldívar, mejor conocido como el Conde de San Mateo Valparaíso, quien en el siglo XVIII lo mandó reedificar. El título nobiliario de este hacendado se debía a las grandes fortunas que amasó en Zacatecas gracias a la minería, agricultura y ganadería. En la capital fue dueño del Palacio de Iturbide, que ocupaba como casa solariega, por lo que adquirir este predio seguramente le resultaba una inversión accesoria. 






Según indica una placa, esta casona fue construida por el arquitecto Francisco Guerrero Torres entre los años 1769 y 1772. Cuenta la leyenda que por haber ocupado unas piedras prehispánicas que había en el subsuelo, se escuchaban ruidos y ocurrían maleficios. 

 Antiguo convento de San Agustín


En tanto, en la esquina de Isabel la católica y Rep. del Salvador está el otrora antiguo Convento de San Agustín, y aunque en la actualidad está en restauración, hoy en día alberga la Biblioteca Nacional de la UNAM.

Esta edificación fue de las más importantes de la Nueva España, y es que cuando llegaron los Agustinos –en 1533-  el fraile Francisco de la Cruz recibió del emperador Carlos V un predio para que ahí levantara el primer monasterio de esa orden, para que en agosto de 1541 el entonces virrey Antonio de Mendoza colocara la primera piedra. Lamentablemente el predio sufrió un catastrófico incendio que prácticamente arrasó con todo, y fue en mayo de 1677 cuando el entonces virrey arzobispo fray Payo Enríquez de Rivera reiniciara su construcción, terminándola en 1692. 

El inmueble tiene un estilo dórico- romano con detalles del estilo renacentista. En la arquitectura destaca su forma cuadrada con tres naves y sus ocho capillas.



Se tiene conocimiento de que el convento tuvo la ayuda directa de la hija del emperador Moctezuma conocida como Isabel Moctezuma de Cano y la extensión del convento llegó a ser de toda la manzana, ocupando lo que actualmente conocemos como (las calles de) República de Uruguay, Isabel la Católica, República del Salvador y 5 de Febrero.

 


El 2 de abril de 1884, se instaló en la iglesia, la actual Biblioteca Nacional, reformándose los muros exteriores del templo, siguiéndose el estilo de la portada principal, y convertido el atrio en jardín, se sustituyó la fea y tosca barda que lo rodeaba, por los pilares y enverjado que hasta ahora existen.

Hay algunas historias y leyendas de algunos inmuebles de esta calle, como:

La leyenda de “las hermanas malditas”

De acuerdo con el blog “Leyendas coloniales”…

“A finales del siglo XVII, en una casona de la calle del Espíritu Santo (hoy, Isabel la Católica), vivían las hermanas Juana y Simona de Cedillo, nativas de Andalucía (España). Tan hermosas como casquivanas, desbocadas y de conducta prostituida.
Estas perversas hermanas ya tenían muy mala fama, pues tenían un oscuro y horrible pasado: por sus pésimas costumbres que tenían unos rufianes dieron muerte a su padre; y que al saberlas como son, perversamente prostituidas, de dolor murió poco después su madre, no obstante estando en agonía y delante del padre confesor lanzó sobre ellas poderosa maldición.
Las hermanas Cedillo, sabiéndose hermosas, seducían a cuanto caballero se atravesara en su camino, haciéndoles un picaresco guiño. Los pobres diablos, creyendo que iban a pasar un rato agradable en brazos de aquellas “damas”, no encontraban otra cosa que la muerte. Nada importaba a las dos hermanas que muchos hombres murieran por ellas; noche a noche se divertían escandalosamente, despilfarrando la fortuna de su padre, rico minero de Potosí. Fueron muy temidas y ruinosas sus orgías.
El escándalo de sus “fiestas” era cada noche, durando hasta el amanecer. Los vecinos ya estaban hartos y todos los días pedían al Santísimo que se llevara lejos de allí a aquellas mujeres.
Al parecer las plegarias tuvieron sus frutos, pues de pronto un día la casa amaneció sola y silenciosa; así pasaron las semanas y los meses, sin vestigios de vida. ¿Qué había sucedido?”
Continúa la narración… Cierta noche los conocidos jóvenes calaveras Jerónimo García de Montealegre y Alonso Ortiz de Murguía corrían otra de sus juergas y como es natural también iban en busca de los placeres de la carne; echaron a andar por aquella calleja donde caminaban, cantando incoherencias.
De pronto los dos amigos quedaron estupefactos, al ver frente a ellos a dos hermosísimas mujeres, eran nada menos que las dos diabólicas hermanas Cedillo. Pasaron junto a los dos jóvenes haciendo el consabido guiño a los galanes. ¿Cuándo habían vuelto de su viaje?
De repente las hermanas caminaron rápidamente hasta su casona, y los jóvenes con dificultades les pudieron dar alcance; llegaron hasta el zaguán iluminado de aquella casa del Espíritu Santo. No se veían a las mujeres, pero escucharon ruido de música y risas en el interior.
Alonso y Jerónimo entraron y vieron una escena que no esperaban. Músicos, un juglar y las dos mujeres en medio del zaguán vacío y espacioso; los jóvenes pensando que estaban importunando pidieron disculpas; pero las damas los invitaron a participar en la juerga.
Las horas fueron pasando al compás de los cantos del juglar. Los dos jóvenes hallaron lo que buscaban: besos, música y mujeres. Hasta que, cuando las primeras luces de la aurora se adivinaron en la estancia, las hermanas dieron por terminada la sesión de amor y locura.
Y cuenta la leyenda y así se encuentra asentado en documentos de la Inquisición, de pronto, por entre la camisa abierta de Alonso asomó un pesado crucifijo de oro. Al verlo Simona, que era su pareja, se apartó de él bruscamente. El joven creyó que la dama tenía temor de cometer pecado en frente del crucifijo.
Las mujeres insistieron a los caballeros para que se fueran y finalmente éstos cumplieron su deseo. Pero los dos galanes quedaron impresionados con la belleza y las caricias de las hermanas y después de dormir unas horas regresaron a la casa, la cual se encontraba cerrada y silenciosa. En ese momento pasó un anciano al que decidieron interrogar y cuál sería su sorpresa cuando les dijo que esa casa se encontraba deshabitada desde hace meses.
Los jóvenes incrédulos se fueron a una taberna a matar el tiempo hasta que cayera la noche, cuando ésta fue lo suficientemente oscura regresaron a la casona. En ese momento escucharon las voces de las hermanas tras de ellos, volvieron sorprendidos de verlas y entraron juntos.
La misma escena se repitió; pero llegó un momento en que las damas hicieron beber vino a los jóvenes, hasta reventar. De pronto se les nubló la vista y todo fue estallar de luces y sombras confusas.
A la mañana siguiente se encontraban tirados en la calle todos orinados y viendo a los curiosos burlándose de ellos, molestos y avergonzados salieron corriendo. Más tarde indignados, queriendo una explicación fueron a la casa de las hermanas y comenzaron a golpear el zaguán furiosamente, pero nadie les abrió y entonces decidieron entrar por la fuerza.
Dentro de la casona se respiraba humedad y abandono, no podían creer lo que veían sus ojos. Ansiosos por descifrar el misterio se dirigieron a las respectivas recámaras de las hermanas.
Al abrir la puerta, Alonso quedó paralizado de terror al ver sobre el lecho polvoso y cubierto de bichos a Simona, pero descarnada y horrorosa. Al mismo tiempo se escuchón un grito horrible en la recámara contigua. Los jóvenes salieron corriendo de la casa, decidiendo ir a dar parte a la justicia, pero no tuvieron que molestarse en ir, porque alguien se ocupó de hacerlo al ver que forzaban el zaguán de la casa.
Los jóvenes les relataron su historia, pero nadie les dio crédito a sus palabras, pues estaban locos de terror.
La justicia penetró en la casa y encontraron los dos esqueletos enjoyados de las hermanas malditas. En cuanto a Alfonso y Jerónimo no se les pudo tomar declaración, puesto que puras incoherencias decían. Se les envió a una prisión, donde terminaron muertos sin recobrar jamás la razón.
A pesar del paso del tiempo, ésta historia tomó cuerpo en nuestros días; todo empieza cuando dos jóvenes recogieron a dos mujeres en una carretera de Pachuca, y que luego con ellas tuvieron una aventura romántica, pero cuando las buscaron de nuevo en su casa encontraron… ¡la misma escena macabra que vieron los jóvenes de la época colonial!”.

Ésta historia también es conocida en otras partes del país, con algunas pequeñas variantes.

En la 3ª. parte de la calle Isabel la católica, les platicaremos de un hospital que había en el número 31, de otra leyenda que se cuenta de un@s herman@s “amantes”, así como de algunos predios que tienen su placa, las cuales refieren de algunos personajes que nacieron ahí; asimismo, retomaremos un poco Un Rincón de Tenoch, del cual ya habíamos platicado anteriormente: el edificio Esmeralda, y que hoy alberga al museo del Estanquillo.

Por el momento les recordamos que sólo es cosa de salir de casa a explorar las calles y recovecos de Tenoch, ahí seguramente encontrarán esas Historias escondidas de la Ciudad de México.






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