miércoles, 21 de diciembre de 2016

Don Gabriel, el globero

Por: Norma Márquez
Me acerqué a don Gabriel algo dudosa, sabiendo que entre estrellas, corazones y caricaturas de látex, hallar un globo en forma de platillo volador sería algo difícil. Y en efecto, no tenía uno que siquiera se le pareciera, pero gracias a ello tuve la oportunidad de entablar con él una agradable conversación que se prolongó más allá de un posible “deme ese, por favor”. 

Don Gabriel y su esposa
Resumir en una cuartilla la vida de don Gabriel resulta poco menos que imposible, sobre todo cuando lo personal y lo laboral se hacen uno en quien ha dedicado más de 50 años de su vida al oficio que aprendió de sus antecesores.

Lavar, hervir, inflar y pintar los globos es sólo parte de la faena. Aprendió a barnizarlos para que duren más y entre altibajos se hizo de clientes asiduos con el paso de los años, como el chofer del periodista Ricardo Rocha que de pronto apareció por ahí, y una mujer que cada ocho días le compraba un globo en forma de corazón para su marido.

A pesar de padecer apuros, frío y hambre, don Gabriel vive de y en la calle manteniendo la sencillez y el sentido del humor, pero la nostalgia le invade al reconocer que, muy a su pesar, el oficio ya no es tan popular como lo fue antes.

Y es que, si bien los globos de antaño exigían un riguroso proceso y la creatividad del globero para que sus productos tomaran formas animales o de simples balones de colores, su fama ha sido sustituida por los globos metálicos prefabricados que anulan por completo la necesidad de emplear un ritual aprendido por generaciones. Aún así, el cómo, cuándo y por qué de la vida del globero se dejó venir en un diálogo por demás entretenido con don Gabriel, tanto, que invitó a su esposa a acercarse agregándole sazón a una plática que pareció de unos cuántos minutos pero nos llevó al menos una hora.

Por si fuera poco, tras ese humilde globero descubrí a alguien con más prestigio del que hubiese imaginado. Entrevistado decenas de veces por diferentes medios de comunicación, don Gabriel conserva la modestia de ser quien es y la consigna de un oficio que abraza entrañable, sintiéndose orgulloso, además, de que su labor dé color y algarabía a la perspectiva visual de la zona donde se asienta, en la Plaza Plan de San Luis de San Ángel.

Personas habemos muchas, personajes sólo unos cuántos. Más por curiosidad, llegué a él buscando un “imposible volador” que no encontré, pero sin desembolsar un solo peso me llevé en la memoria la sencillez de don Gabriel y la gala que hace de su oficio, colocándolo merecidamente como un honorable personaje de Tenoch.

2 comentarios:

  1. Manuel B. Márquez Pruneda21 de diciembre de 2016, 4:26 p.m.

    Lástima que la tradición de los globos se este perdiendo, sin embargo artículos como el tuyo pueden dar un poco de 'aire', y así cuando menos queda documentado lo que esa tradición ha sido.
    Bravo por la descripción, sigue así echándole ganas; te felicito.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. ¡Qué gusto que haya sido de tu agrado! Efectivamente, si este oficio se ha ido perdiendo, está en nosotros mantenerlo con vida al menos documentándolo, ¡muchas gracias, papi!

      Borrar

¿Te trae recuerdos? ¡Cuéntanos tus anécdotas!