sábado, 21 de julio de 2018

La amargura del indio que nombró una calle


Por Norma Márquez

Bajo una placa metálica de la calle Correo Mayor se encuentra otra en talavera con una cita poco común: 1a. Calle del Indio triste. Fechada entre 1890 y 1925, un nombre tan lejano a los beatos y héroes nacionales sólo podría ser resultado de una de tantas leyendas que conserva el Centro Histórico.


Ésta – aquí resumida – se originó en el siglo XVI cuando, a cambio de espionaje y servilismo, los españoles ofrecieron favores a la población sobreviviente de la conquista de Tenochtitlan. Entre ellos apareció un indígena, quien tras aceptar tal orden poco a poco se rodeó de riquezas en tanto simulaba acatar la cristianidad, aunque en el interior de su casa rendía culto a sus idolillos de oro y piedra.

Bastaba con observar e informar al virrey. Pero entre excesos, temor al castigo de sus dioses y visiones diabólicas, la superstición del indio comenzó su propio declive, al grado de olvidar su enmienda ignorando la rebelión que sus compatriotas tramaban contra el gobierno español.

La conspiración llegó a oídos del virrey, quien mandó ejecutar a los traidores excepto al indio, “tal vez porque lo vio flaco y consumido por los vicios”, pero lo despojó de toda propiedad. Solitario, en la miseria absoluta y sobreviviendo de la caridad, el indio se sentaba inconsolable durante horas en cada esquina de las casas que habitó.
Ilustración: "Las Calles de México, leyendas y sucedidos,
vida y costumbres de otros tiempos"


La tristeza le consumía por los recuerdos de su pasada grandeza”; hambre, sed y melancolía terminaron con él hasta ser sepultado en el cementerio de Santiago Tlatelolco.

La leyenda narra que, a manera de escarmiento, el virrey ordenó labrar una piedra con la representación del indio espía que descuidó su enmienda, tal como se le vio deambular hasta morir: sentado, con los ojos llorosos y la lengua sedienta. La estatua permaneció muchos años en dichas esquinas y hoy se encuentra en el Museo Nacional de Antropología

El Indio triste. Museo Nacional de Antropología
Imagen: sitio web INAH Héctor Montaño

Algunos historiadores desmienten la suerte de la estatua, bajo el argumento de haber pertenecido al Palacio de Axayácatl, mientras que otros aseguran que el monolito era un porta estandartes proveniente del Templo Mayor.

Lo cierto es que, mientras estuvo expuesta, la efigie se volvió habitual a la vista de los pobladores, quienes a fuerza de costumbre terminaron por popularizar la antigua leyenda del Indio triste en una placa que nombra un tramo del Centro Histórico de esta ciudad.

Fuente: González Obregón Luis, Las Calles de México, leyendas y sucedidos, vida y costumbres de otros tiempos, No. 568, México, Editorial Porrúa, 2014, pág. 161 a 164.


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