jueves, 27 de abril de 2017

La calle Pilares y su motivo para desentonar con el resto

Por Norma Márquez

Árboles frutales, escritores y filántropos dan nomenclatura a las calles de la colonia Del Valle Centro, mientras la Letrán Valle lleva grabadas algunas ciudades del suroeste del país. ¿Cómo es que ambas colonias comparten la traza de una calle cuyo nombre francamente desentona con el resto?


Ni filósofos ni escritores, tampoco ciudades ni árboles frutales. Sin temor a equivocarme, un simple elemento de construcción es lo primero que se viene a la mente cuando se piensa en el motivo que nombró a la calle Pilares, que inicia en Insugentes Sur y termina en el Eje Central Lázaro Cárdenas. Pero, viéndolo así de ramplón, ¿un soporte nombrando una calle? Sí, y aquí la razón:

De Portales a San Pedro de los Pinos

Regresemos al virreinato e imaginemos los senderos, que en aquella época y en esas latitudes se abrían entre fértiles sembradíos delimitados sólo por algunas construcciones, aunque de grandes extensiones. Del rancho San Simón – que conserva un templo del mismo nombre en la colonia Portales – partía un camino que se comunicaba con la Ladrillera Noche Buena – actual Parque Hundido – y de ahí con San Pedro de los Pinos. En el trayecto se encontraba una finca con cierta particularidad: sus portales estaban sostenidos por amplios pilares blancos.

Y así como en el Centro Histórico la Plaza de Santo Domingo es mejor conocida como “Los Portales de”, desde tiempos virreinales aquella finca se popularizó como Los Pilares, nombrando también al sendero de poco más de 3.5 kilómetros que hoy prevalece en esta vialidad.

Ahora sabemos su particular razón de ser. Sin embargo, de la finca y los pilares que le dieron origen no queda mas que la referencia grabada en las placas de algunas esquinas. Además, todo parece típico en la actualidad de esta calle. Padece del tráfico en horas pico, y entre conjuntos habitacionales y pequeños comercios locales codeándose con lugares de moda de firmas trasnacionales, simula ser una más entre muchas otras.

Sin embargo, Pilares tiene otra particularidad: con todo y la abrumadora modernidad, todavía puede presumir algo del antiguo encanto de aquellos sembradíos que datan de la época colonial en dos jardines que guardan sus propias anécdotas. Aquí el recorrido, por fortuna especialmente arbolado:

Jardín del Arte Tlacoquemécatl

Cruz de piedra 
En los terrenos del antiguo Rancho Santa Anita, entre González de Cossío y Mier y Pesado, se localiza este parque que, sin duda, es uno de los más atractivos de la colonia Del Valle. Chiquito, pero icónico y suficiente para el esparcimiento o para caminar por sus senderos en calma.

Entre olmos, jacarandas, truenos y palmas, este pequeño edén mantiene parte de una construcción del siglo XVI en la Iglesia de Nuestro Señor del Buen Despacho. De la ermita original se conserva la sacristía y una cruz tallada en piedra en el atrio.




Parque Arboledas
Busto de Chucho Mongue

Más amplio que el anterior. De hecho, es uno de los más grandes de la colonia Del Valle. Cuenta con skateboard, canchas de fútbol, basquetbol y volibol, juegos infantiles y una cabaña donde se imparten talleres y manualidades.

A este sitio de encuentro y distracción, localizado entre las calles de Pestalozzi y Heriberto Frías, se le conoce con el apócope de Parque Pilares. Pero entre sus anécdotas está la oficial, con un largo Parque Arboledas Chucho Mongue como nombre de pila, en honor al autor de aquella célebre canción, casi un himno, “México lindo y querido”. Imposible no continuar entonando la letra, al menos en la mente.


Glorieta de Pilares

Otro punto que da un giro visual a la calle Pilares es esta glorieta que, además de conectar con otras vías y de ser útil como retorno, cuenta con algunas palmeras y una fuente al centro que la convierten en punto de referencia.

Glorieta de Pilares



Además, me consta que los locales comerciales a su alrededor resultan muy convenientes si se trata de ubicar farmacias con horario amplio.

¡En fin! De la aparente simpleza con la que se nombran muchas de las calles de la capital, quién diría que el portal de una finca terminaría nombrando a una de ellas. Eso sí, al menos para el imaginario colectivo, la huella que mantiene la calle Pilares desentonando irremediablemente con el resto, ahora cobra más sentido en el anecdotario de la Ciudad de México, a pesar de la modernidad.






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