Por Norma Márquez
En
1890, la ruta férrea Veracruz-Puebla-Ciudad de México trajo a la
capital el primer cargamento de cilindros fonográficos que
transformaron la manera de escuchar música y acercaron la voz de
quienes estaban lejos.
Cilindros fonográficos |
Mediante
cilindros vírgenes o previamente grabados, el fonógrafo y su
peculiar bocina en forma de trompeta provocaron furor inmediato (1) pero
inaccesible a la mayoría, ya que el costo aproximado por uno de ellos era de
entre 150 y 400 pesos, en una época en la que un burócrata ganaba a
lo sumo 27 pesos mensuales.
Todavía
a principios del siglo XX hacerse de uno de estos preciados aparatos
no estaba al alcance de todos, así que muchos de ellos fueron objeto
de renta, rifas, compra por grupos de personas, pago a plazos y hasta
fraude. (2)
El fonógrafo, la novedad |
Hoy,
la fama del fonógrafo se mantiene en la memoria de la evolución
tecnológica y en la nostalgia de quienes lo conservan como una
valiosa pieza de colección.
Fuentes:
(1)
V.V.A.A,
Curiosidades
y anécdotas de la historia de México,
Universidad
Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco, México,
pag. 38 y 39
(2)
Díaz
Frene, J. (2016). A
las palabras ya no se las lleva el viento: apuntes para una historia
cultural del fonógrafo en México (1876-1924).
Historia
Mexicana, 66(1),
257-298. pág
247 y 276. doi:http://dx.doi.org/10.24201/hm.v66i1.3247
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