viernes, 2 de febrero de 2018

El Niñopa, a 445 años de su peregrinar

Por Norma Márquez

Para los habitantes de Xochimilco, el 2 de febrero es más que los tamales prometidos con los allegados. Al colorido de las trajineras se suma una de las festividades religiosas más reconocidas y de mayor arraigo en esa comunidad: la celebración del Niño del pueblo, mejor conocido como Niñopa, una escultura del Niño Jesús fabricada en madera de colorín con más de 400 años de antigüedad.


Con cantos, música, regalos, comida en abundancia y la danza de los chinelos, un extenso séquito lo lleva hasta la Parroquia de San Bernardino de Siena, donde las campanas anuncian la misa de medio día dedicada exclusivamente a él, para después realizar la ceremonia del cambio de mayordomía.

A diferencia de otras figuras religiosas, el Niñopa no cuenta con un templo sino con cientos de ellos entre sus devotos anfitriones. Desde 1573, el Niñopa es acogido en casa del mayordomo en turno, quien se recibe a miles de fieles mientras ve por la custodia y cuidado del niño durante un año, adecuando su vestimenta a la temporada, incluyéndolo en otras festividades y finalmente llevándolo a los talleres del INAH para su conservación.



Si bien ser mayordomo del Niñopa implica un gasto fuerte para la familia, es tal el honor que les representa, que los candidatos deben esperar hasta 40 años agregándose a una extensa lista de espera, ocupada hasta el año 2042.

Hoy se cumplen 445 años desde que inició el recorrido del Niño del pueblo, una tradición del Día de la Candelaria que agrega vivacidad a un ya de por sí colorido rincón de la ciudad, como lo es Xochimilco.




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