Por: Luz E. Torres Romero
No sé a ustedes, pero el hecho de percibir el aroma mezclado
de tejocotes, cañas, manzanas, guayabas, ciruela pasa, jamaica y tamarindo, ¡ah
y de piloncillo! a mí de inmediato me remonta a posadas, tradición, piñatas,
festejos, celebración, fiestas por todos lados.
PONCHE:
Esta bebida tan emblemática de la temporada decembrina es
casi casi un elixir, ya que “mágicamente” cumple con la misma función: y es que
éste último es utilizado con fines medicinales, y algo así sucede cuando tomas
ponche, ya que la combinación de las frutas te brindan una sensación de alivio,
aparte de su delicioso sabor.
Se cree que el origen de esta bebida no es 100% mexicana, de
acuerdo con la página de la Silla Rota “la palabra proviene del hindú pac, cuyo
significado es cinco, número original de sus ingredientes, y que justamente la
idea de generar una bebida a base de diversas frutas proviene de la India”…
Continúa el texto “los ingredientes principales eran “arrak” (aguardiente de
vino de palma), azúcar, limón, agua y té. De ahí proviene el nombre hindi,
adoptado por los marineros británicos de las Indias Orientales, quienes lo
llevaron a Inglaterra, para de ahí extenderse a otros países europeos”.
PIÑATAS:
Y qué decir de las piñatas, es fantástico ver la creatividad en su máximo esplendor, las hay de todos los tamaños, formas, colores, texturas, desde una “simple” estrella, hasta un “Santa Clos” muy bien hecho y detallado… “Según la tradición religiosa adoptada en la Nueva España, la piñata tiene la forma de una estrella de siete picos (cada pico representa un pecado capital) que con sus vivos colores y oropeles seduce al alma inocente, para llevarla al pecado. La persona con los ojos vendados, representa al creyente que con la virtud teologal de la fe (esta virtud se suele representar así en la iconografía católica) vence al pecado recuperando el don sobrenatural de la gracia (dones de Dios necesarios para alcanzar la salvación) representados por la caída de frutas y dulces”.
Sea cual sea el origen o la
historia de estos elementos “navideños” adoptados por México, el hecho es que culturalmente
hablando ya nada es “virgen” ni original, en el sentido de que cualquier
elemento al salir al mercado y al exponerse en otras partes del mundo, retoma
elementos y costumbres de otros países, más de unos años para acá, desde que el
internet ya nos permite tener al mundo entero en la palma de tu mano “gracias”
al celular, y es que todo suma.
Lo importante es que procuremos
preservar estas bellas tradiciones, recuerdo que mi abuela me contaba cómo eran
las posadas en los años 40 y 50, y como se iluminaban todos los rincones, las
calles, los barrios, se contagiaba y se respiraba un ambiente de gratitud y
alegría, es por ello que no permitamos que se borren o se terminen estas
costumbres, francamente no quiero que llegue el diciembre en el que no se
escuche el “dale dale no pierdas el tino”, las risas interminables de peques y
de adultos, o el típico “en el nombre del cielo, os pido posada…”.
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