Esta casona es un referente del Centro Histórico de la Ciudad de México, y aunque no es el típico palacio de un cuento de hadas –ya saben de cristal, con grandes ventanales, muy luminoso y habitado por reyes, princesas y esas...
...jaladas- lo cierto es que el Palacio de los Azulejos –como originalmente se le llamó- situado entre las calles Francisco I. Madero y Cinco de Mayo, se caracteriza por su bella fachada, que sobresale de entre el resto de edificios, por sus azulejos,al parecer traídos de una alfarería de talavera de Puebla,
aunque hay dos versiones respecto al origen de éstos: una indica que fueron hechos y traídos desde China ; y la otra nos dice que los fabricaron frailes dominicos en Puebla.

Según la información que nos proporcionó la Asociación de
Cronistas de la Ciudad de México, que a su vez fue apoyada por FUNDARQMX
(Fomento Universal para la Difusión Arquitectónica de México) otra
característica que llama la atención del inmueble es la decoración de los
barandales y balcones, que al parecer, los trajeron de China.
Asimismo, la fuente y lo que era el patio central (hoy es un salón comedor) son de sus principales atractivos,además de estar ubicado en un lugar de mucha afluencia de transeúntes, turistas y visitantes que caminan por esas calles, tan es así que lo mismo puedes encontrarte al típico organillero “amenizando” el paseo,
Son varias las historias y leyendas que refieren a esta
casona, aunque la más conocida habla de que uno de los condes del Valle de
Orizaba, tenía un hijo que sólo pensaba en fiestas y derroches, y el padre
cansado de tantos regaños le lanzó un reto: “hijo, tú nunca irás lejos, ni
harás casa de azulejos”, pero pasó el tiempo y poco a poco el joven cambió de
vida y reedificó el Palacio azul, revistiéndolo de azulejos.
Esta antigua casona tiene fama de haber sido escenario de
hechos poco usuales, como terremotos, apariciones “mágicas”, ¡vamos, hasta de asesinatos! :/ .
Fue así como el 18 de octubre de 1731, la condesa del Valle
de Orizaba doña Graciana de Vivero y Peredo era muy devota del Cristo de los
desagravios, y que pidió prestada al convento de San Francisco , aunque el
siguiente 7 de noviembre se registró un fuerte terremoto que sacudió a la
ciudad entera, por lo que el hijo de la Condesa –José Suárez-
recorrió la casa
para ver los daños que había sufrido el inmueble, y acercándose a la sala en
donde estaba la imagen, notó que estaba húmeda, levantó los ojos para ver su rostro
y estaba completamente desfigurado, lo cual fue considerado como un “milagro”.
Otra anécdota es la que les contamos anteriormente aquí
mismo en Tenoch, de dos nobles hidalgos iban en sus respectivos carruajes y se
encontraron de frente y ninguno se dio el paso, por lo que el virrey tuvo que
intervenir,
quien les ordenara que –luego de llevar tres días sin moverse- despejaran
la calle y salieran por donde habían llegado.

entonces ministro de guerra
Manuel Gómez Pedraza) el oficial Manuel Palacios penetró en la Casa de los
Azulejos justo cuando el ex conde Andrés Diego Suárez de Peredo bajaba la
escalera y le acometió varias puñaladas, cayendo al suelo sin vida.
Años más tarde, la familia Iturbe compró la vivienda y fue
habitada por Rafael de la Torre, y posteriormente por Sebastián de Mier; para
1891 la ocupó el Jockey Club de México, y a principios del siglo XX los
hermanos Sanborns inauguraron la droguería y la primera fuente de sodas en
México.
En la actualidad, la Casa de los Azulejos alberga a la
tienda Sanborns, llamada debido a que los hermanos Walter y Frank Sanborn en
1903 introdujeron un concepto innovador, ofrecer una cafetería, con fuente de
sodas y farmacia, y llegar a ser de las más concurridas de la ciudad. Para 1917
rentaron esta casona, ya que originalmente se instaló en la calle de
Filomeno
Mata. En esos años, al inmueble se le realizó una remodelación de casi 2 años
para agregarle un restaurante, tienda de regalos y revistas, así como una
tabaquería, haciendo que desde su inauguración en el año de 1919, se
convirtiera en todo un éxito y, hasta finales del siglo XX fuera uno de los
restaurantes y cafés más concurridos de la ciudad.
En cuanto al logotipo de dicha tienda (unos búhos) es porque ahí comenzaron a vender
medicamentos, ya que lo particular de esta droguería –raro en esa época- es que
la cerraban hasta después de la media noche.

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