Por: Norma Márquez
En mi afán por recuperar la honra y buena parte de las memorias de
Calzada de Tlalpan,
al menos ya quedó de manifiesto que los hoteles de paso no son lo
único que tiene por mostrar. Entre el tránsito y la agitación
diaria del primer tramo, Tlalpan ha acumulado múltiples huellas a
través del tiempo empezando con su traza prehispánica,
además del testimonio de los calendarios mexicanos, de un circo, un
tradicional salón de baile, un exclusivo campo de golf ocupando una
extinta granja lechera… no hay duda de su versatilidad, pero falta
un segundo viaje hasta el final que iniciará en el anillo donde se
levanta La Gran Espiga
y seguirá en la estación Tasqueña del Metro y Tren Ligero. Este es
el resultado, con la evidencia final de que Calzada de Tlalpan es
célebre más allá del arrumaco.
Elementos, de Alberto Castro |
El mural de la estación
Con esa convicción llegué al Metro Tasqueña, donde los torniquetes
no dejan de girar gracias al al hormiguero humano que se esparce a
los alrededores y al que me uní en plan turista. Por eso me dio
igual estar a su merced, dejándome llevar hacia la propuesta urbana
de Alberto Castro Leñero en su mural Elementos.
Seguí, y en sólo unas zancadas el pelotón me llevó hacia el
andén de trasbordo del Tren Ligero, donde el espacio vital pasa en
un tris de lo público a lo íntimo. Ahí estaba yo, “intimando”
irremediablemente con extraños mientras llegara el tren.
La luna menguante |
La luna menguante de la estación
El silbido del convoy me distrajo cuando en automático los viajeros
se arrimaron al borde del andén. Yo me quedé atrás, preguntándome
la razón del ícono que comparten tanto el Metro como el Tren
Ligero. Pero dicen que “preguntando – a San Google – se llega a
Roma” y así supe que ésta, la estación Tasqueña, lleva la marca
de una luna menguante en honor a las mujeres alfareras de
Taxco, pero que a fuerza de costumbre se dejó de lado la “x”
del gentilicio, inmortalizando la pronunciación con “s” para
esta concurrida estación de trasbordo. De lo que se entera uno,
caray.
Apenas se abrieron las puertas la gente se dejó succionar por el
tren, arremolinándose en la búsqueda de un asiento. Francamente yo
hubiese intentado lo mismo tomando en cuenta que recorrerría casi 13
kilómetros hasta la estación Huipulco. Pero la perspectiva de un
asiento no sería suficiente para llenarme los ojos con los
contrastes de Calzada de Tlalpan, así que ni siquiera lo intenté.
Dejé que ellos ocuparan los asientos recargándome junto a una de
las puertas y me preparé para el recorrido.
Antes de partir…
No sobra traer a colación la evolución
del Tren Ligero en la ciudad. El sendero continúa
siendo casi el mismo, desde el acompasado trote del transporte
tirado por mulas recorriendo rancherías hasta 1896, cuando se
pensó en dejar atrás la tracción animal sustituyéndola por la
eléctrica con la introducción del tranvía en 1900. Más de
uno aplaudió la medida, pues además de modernidad, la electricidad
mejoró el aspecto de la calzada manteniendo mucho más limpio el
pavimento y disminuyendo notoriamente el tiempo de traslado de los
viajeros. Luego llegó el Metro, y desde la estación Tasqueña
continuó el camino hacia el sur con ésta, la única línea de Tren
Ligero en la ciudad inaugurada en 1986.
Tranvía de los años 70 |
Aquí un dato curioso
Originalmente el tren se adaptó con los viejos tranvías de los 70.
Si bien se dotaban de la electricidad que la modernidad demandaba,
también es cierto que los armatostes eran todo, menos ligeros.
La “ligereza” llegó precisamente con los convoyes de los 80, y
de ahí pa’l real.
Entre transportes te veas
Y es que, en una ciudad como esta el ajetreo en muchedumbre es como
el pan de todos los días, pues el Metro y Tren Ligero forman una red
de conexión con el paradero de autobuses hacia diferentes rutas de
la metrópoli. Por si fuera poco, ésta hace vecindad con la Terminal
Central de Autobuses del Sur, una de las cuatro centrales
camioneras de la ciudad con corridas hacia el territorio sureño del
país. Sí, el ajetreo es alto.
Terminal de Autobuses del Sur |
El tren arrancó poniendo en duda su ligereza con una pronunciada
curva que provocó el tambaleo de unos y la indiferencia de otros.
Entre ellos, un par de enamorados cuyos arrumacos, entre el tumulto
abochornado, parecían dar sentido a la fama de Calzada de Tlalpan
con la oportuna cercanía de los hoteles de paso. Hora de
regresar la vista hacia el exterior, justo cuando nos aproximábamos
a la estación Xotepingo.
Sin albur, “lugar de los chiles pequeños”
Entre el eco férreo del tren y continuas ráfagas de autos sobre la
calzada, el ícono de la estación Xotepingo parece ser sólo
un árbol más simbolizando los que habitaran la zona. Sin embargo,
en un área antiguamente fértil para el cultivo de chiles pequeños
– del náhuatl Xotecpinco – la estación guarda la particularidad
de haber sido construida alrededor de la hacienda y extinta casa de
bombas del mismo nombre. Una provechosa zona de abastecimiento de
agua gracias al brote de los manantiales de Xochimilco. En
pocas palabras, el arbolito como ícono de la estación esconde más
historia de lo que aparenta.
Hacienda de Coapa |
Algunos vestigios
De entre las reliquias que hasta mediados del siglo pasado conservó
Calzada de Tlalpan, la Hacienda de Coapa fue una de las más
sobresalientes de la zona, originalmente extendida de norte a sur más
allá de las estaciones Textitlán y el Vergel y hacia el oriente
rebasando los actuales terrenos del Club América. Una amplia y
productiva área de vergeles, donde en el siglo XVII la gente de
recursos modestos realizaba días de campo mientras los
acaudalados levantaban fincas y grandes emporios, como la
fábrica Ron Castillo, propiedad de Federico Goes. El casco de la
hacienda fue demolido en 1943 para ampliar la calzada. Ni hablar.
Sólo hasta que volví la vista al interior noté que los arrumacos
terminaron cuando la pareja descendió para el alivio de quienes se
habían santiguado una y otra vez, allá por la Parroquia de San
Pablo Apóstol, aunque no supe si por la cercanía del templo o por
la salvación de las almas pasionales de aquel par. Regresé.
Estadio Azteca |
El Azteca, símbolo indiscutible de Santa Úrsula Coapa
Imposible pasar de largo la imponencia del Estadio Azteca,
sede de dos Copas del Mundo y el coliseo deportivo más grande de
América Latina. Sin duda el estadio más afamado en México,
inaugurado en 1966.
Regido
por semáforos y plumas de contención al cruce con las avenidas
circundantes, el
tambaleo
del
tren regresó haciendo una analogía del transporte
tirado por mulas. Así llegué a la estación Huipulco pero
debía descender, pues el camino se ramifica desviando las vías
hacia la Calzada México-Xochimilco y mi objetivo es recorrer Calzada
de Tlalpan hasta el final. Una buena caminata me vendría bien. Por
cierto, cerca de la que fuera Hacienda de Coapa todavía se conserva
la capilla San Lorenzo Huipulco construida en el siglo XVI. Ya
está cerrada al culto, pero por algo nombra al pueblo y, por
supuesto, a la estación.
Capilla de San Lorenzo Huipulco |
La división para la circulación se mantiene al cruce con Anillo
Periférico, pero no se parece ni tantito a lo que dejé atrás con
las vías del tren. El camellón, ahora arbolado y hasta con bancas y
fuentes, da un giro visual a la calzada a la altura de la llamada
zona de hospitales, donde se hallan el Instituto
Nacional de Enfermedades Respiratorias Ismael Cosío
Villegas y el Hospital General
Dr. Manuel Gea González.
Antigua Hacienda de Tlalpan |
Otro centenario vestigio
Francamente
nunca había llegado a
estas
alturas
de Calzada
de Tlalpan.
Descubrí que
las
ráfagas de autos disminuyeron y
que
el
camellón se
reduce al
máximo entre
una buena tanda de locales comerciales,
para luego trazar una curva hacia el
remate con Insurgentes
Sur.
Ahí,
sobresaliendo de
los
comercios,
se
levanta
la Antigua Hacienda de Tlalpan que data de 1837.
Inimaginable la extensión original de la finca, simplemente el casco
es ahora un amplio y exclusivo restaurante de la zona.
La cercanía del Monumento al Caminero y el inicio de la
autopista México-Cuernavaca ponen punto final a mi recorrido por una
calzada de origen prehispánico, cuya ruta se ha conservado
prácticamente intacta a través de los años, pero antes…
¿Qué con los hoteles de paso?
En la década de los 20 el barrio de La Merced concentraba la
mayor parte de los servicios de hospedaje en la ciudad,
gracias al auge del comercio textil en la zona centro. Luego, el
desarrollo en la fabricación de papel al sur de la ciudad hizo que
la oferta hotelera se expandiera hacia Calzada de Tlalpan. Y es que
ésta tenía – y tiene – algo que La Merced no: una
línea estratégica.
La recién fusionada fábrica de papel de Loreto y Peña Pobre,
de la que aún se exhibe maquinaria en Plaza Inbursa Cuicuilco, hizo
de Calzada de Tlalpan una ruta directa desde el centro hacia el sur
de la ciudad, facilitando el ir y venir de los comerciantes. A ello
ya se sumaba la proximidad de granjas, como el actual Club Campestre
de la Ciudad de México, y de prósperas haciendas, como la de Coapa
y de Tlalpan. Esa es la razón de la alta concentración de hoteles
en Calzada de Tlalpan y se agregó el término “de paso”
porque los comerciantes permanecían en ellos sólo por
cuestiones de negocios; si acaso pasaban la noche ahí para seguir
con su camino al día siguiente, haciendo de éstos un lugar
transitorio.
Nunca lo imaginé. Anduve de paso por aquí para recorrer la calzada
en su totalidad y del objetivo inicial a través de simple
observación, terminé con más satisfacción personal con sólo
pasar a la investigación. Y sí, reuní suficiente evidencia para
confirmar que, más allá del arrumaco, Calzada de Tlalpan es
una de las vías más antiguas, versátiles y estratégicas
que se mantienen en la memoria de esta ciudad.
Fuentes consultadas. Sitios web de: Sistema de Transporte Colectivo Metro;
Servicio de Transporte Eléctrico Ciudad de México; PALAFOX
TRUJILLO, Manuel, Cultura tradicional, Desde el tranvía; FRANCO
BAGNOULS, María de Lourdes, Literatura hispanoamericana; Estadio
Azteca; Antigua Hacienda de Tlalpan, Plaza Inbursa Cuicuilco.
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