Por Norma Márquez
Árboles frutales,
escritores y filántropos dan nomenclatura a las calles de la colonia
Del Valle Centro, mientras la Letrán Valle lleva grabadas algunas
ciudades del suroeste del país. ¿Cómo es que ambas colonias
comparten la traza de una calle cuyo nombre francamente desentona con
el resto?
Ni filósofos ni
escritores, tampoco ciudades ni árboles frutales. Sin temor a
equivocarme, un simple elemento de construcción es lo primero que se
viene a la mente cuando se piensa en el motivo que nombró a la calle
Pilares, que inicia en Insugentes Sur y termina en el Eje Central
Lázaro Cárdenas. Pero, viéndolo así de ramplón, ¿un soporte
nombrando una calle? Sí, y aquí la razón:
De Portales a San Pedro de los Pinos |
Regresemos al
virreinato e imaginemos los senderos, que en aquella época y en esas
latitudes se abrían entre fértiles sembradíos delimitados sólo
por algunas construcciones, aunque de grandes extensiones. Del rancho
San Simón – que conserva un templo del mismo nombre en la colonia
Portales – partía un camino que se comunicaba con la Ladrillera
Noche Buena – actual Parque Hundido – y de ahí con San Pedro de
los Pinos. En el trayecto se encontraba una finca con cierta
particularidad: sus portales estaban sostenidos por amplios pilares
blancos.
Y así como en el
Centro Histórico la Plaza de Santo Domingo es mejor conocida como
“Los Portales de”, desde tiempos virreinales aquella finca se
popularizó como Los Pilares, nombrando también al sendero de poco
más de 3.5 kilómetros que hoy prevalece en esta vialidad.
Ahora sabemos su
particular razón de ser. Sin embargo, de la finca y los pilares que
le dieron origen no queda mas que la referencia grabada en las placas
de algunas esquinas. Además, todo parece típico en la actualidad de
esta calle. Padece del tráfico en horas pico, y entre conjuntos
habitacionales y pequeños comercios locales codeándose con lugares
de moda de firmas trasnacionales, simula ser una más entre muchas
otras.
Sin embargo, Pilares
tiene otra particularidad: con todo y la abrumadora modernidad,
todavía puede presumir algo del antiguo encanto de aquellos
sembradíos que datan de la época colonial en dos jardines que
guardan sus propias anécdotas. Aquí el recorrido, por fortuna
especialmente arbolado:
Jardín del Arte
Tlacoquemécatl
Cruz de piedra |
En los terrenos del
antiguo Rancho Santa Anita, entre González de Cossío y Mier y
Pesado, se localiza este parque que, sin duda, es uno de los más
atractivos de la colonia Del Valle. Chiquito, pero icónico y
suficiente para el esparcimiento o para caminar por sus senderos en
calma.
Entre olmos,
jacarandas, truenos y palmas, este pequeño edén mantiene parte de
una construcción del siglo XVI en la Iglesia de Nuestro Señor del
Buen Despacho. De la ermita original se conserva la sacristía y una
cruz tallada en piedra en el atrio.
Parque Arboledas
Busto de Chucho Mongue |
Más amplio que el
anterior. De hecho, es uno de los más grandes de la colonia Del
Valle. Cuenta con skateboard, canchas de fútbol, basquetbol y
volibol, juegos infantiles y una cabaña donde se imparten talleres y
manualidades.
A este sitio de
encuentro y distracción, localizado entre las calles de Pestalozzi y
Heriberto Frías, se le conoce con el apócope de Parque Pilares.
Pero entre sus anécdotas está la oficial, con un largo Parque
Arboledas Chucho Mongue como nombre de pila, en honor al autor de
aquella célebre canción, casi un himno, “México lindo y
querido”. Imposible no continuar entonando la letra, al menos en la
mente.
Glorieta de Pilares
Otro punto que da un
giro visual a la calle Pilares es esta glorieta que, además de
conectar con otras vías y de ser útil como retorno, cuenta con
algunas palmeras y una fuente al centro que la convierten en punto de
referencia.
Además, me consta que los locales comerciales a su
alrededor resultan muy convenientes si se trata de ubicar farmacias
con horario amplio.
¡En fin! De la
aparente simpleza con la que se nombran muchas de las calles de la
capital, quién diría que el portal de una finca terminaría
nombrando a una de ellas. Eso sí, al menos para el imaginario
colectivo, la huella que mantiene la calle Pilares desentonando
irremediablemente con el resto, ahora cobra más sentido en el
anecdotario de la Ciudad de México, a pesar de la modernidad.
el busto es Chucho MONGE (no "Mongue") . ojalá corrijan el texto
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