Por: Luz Eréndira
Ya había pensado que entrar a la Biblioteca Vasconcelos me
remontaba a algún “escenario” de “caricatura”, y fue hasta que mi GRAN AMIGA
Norma Márquez hizo que “me cayera el 20” al corroborar ésta “analogía”, sí, y
es que entrar a ese recinto del saber te refiere –casi de inmediato- a la
escena de Monsters Inc. en la que Sulley, Mike y Boo están tratando de escapar
de las garras de Randal, cuando van cambiando de puerta en puerta.
Esta “joven” biblioteca (ya que apenas fue inaugurada en mayo de 2006) tiene una arquitectura contemporánea de lo más atractiva,
referencia obligada del estilo moderno que prevalece de unos 12 o 15 años a la
fecha. El arquitecto encargado de construirla es Alberto Kalach (Ciudad de
México, 1960), quien le dio ese toque minimalista, y que por el juego de sus grandes
ventanales y espacios amplios de consulta, así como de su jardín botánico,
hacen de este lugar un rincón de Tenoch obligado de visitar, y no sólo en plan
de estudio y/o lectura, sino también de relajación, lúdico y “apapachador”.
Hoy en particular, quiero hablar de un “atractivo” esqueleto
colgante, que pueden encontrar en la planta baja al centro del vestíbulo, aunque
seguramente ni se han de imaginar que se trata (ni yo misma lo hubiera creído)
de los “restos” de una ballena gris de doce metros
de largo. Esta escultura es una creación del artista visual Gabriel
Orozco, quien le solicitó a un grupo de expertos se encargaran de
rescatar prácticamente completo un cetáceo que fue hallado en la Isla de Arena,
en la Reserva de la Biosfera de Vizcaíno, en Baja California Sur (México) y
trasladar su osamenta a la Ciudad de México para reconformar su esqueleto en
una estructura metálica diseñada para sostener el mamífero. Orozco trabajó los
137 huesos por medio de grafito con el que dibujó formas geométricas que siguen
la dinámica misma de la estructura ósea.
Aunque sinceramente es tan vasta la información de esta biblioteca,
que es digna de dedicarle una reseña completa.
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