Por: Luz Eréndira
incluso más fuerte que el de 1957- de 8.1 grados Richter, lo
que nos recordó cuán vulnerable es la humanidad al lado de la “madre Naturaleza”.
Pese a que en ese entonces apenas tenía 10 años, no dejo de
sentir escalofrío al ver las imágenes de lo que “quedó” de la Ciudad de México,
no deja de impactarme cómo en cuestión de segundos, lo que era la “Ciudad de los palacios” se
redujo a montañas y montañas de cascajo, no deja de acelerarse mi corazón al
escuchar y volver a “vivir” lo que quedaría como un registro de la descripción tan
bien lograda de la periodista Lourdes Guerrero, quien en ese momento se
encontraba al aire en el antiguo noticiario matutino Hoy mismo, en sustitución
de su titular el periodista Guillermo Ochoa.
Esos años vivía en el fraccionamiento Parque Residencial
Coacalco (Mpio. Coacalco, Edo. México) que se ubica en las “faldas” de un
cerro, recuerdo que siempre había escuchado que en las colonias situadas en
esos lugares, difícilmente se sentiría algún movimiento telúrico por fuerte que
fuera, sin embargo, la mañana de ese jueves 19 de septiembre pude comprobar que
no era cierto, ya que tengo la “fotografía mental” de lo que viví: como eran
las 7.19 am, estaba preparándome para ir a la escuela, recuerdo que estaba
sentada poniéndome los calcetines, cuando de pronto comencé a sentir un movimiento
tan brusco que casi me caigo de la cama, además de que veía cómo “bailaban” de
un lado a otro los cuadros colgados en la pared, y a lo lejos alcancé a
escuchar “está temblando, hay que salirnos”, era mi hermano mayor que se
encontraba en la cocina desayunando; como a los 5 minutos de haber pasado el
“vaivén”, regresó mi abuelita –quien tenía por costumbre salir a caminar todas
las mañanas- un poco “espantada”, recuerdo que nos dijo que se había “mareado”,
a lo que mi bro le contestó que no se
trataba de un simple mareo, ya que acababa de temblar, por lo que –alertada- enseguida
prendió la televisión, y al ver que no había señal, recurrimos al radio, y
escuchamos la descripción tan detallada y oportuna de Jacobo Zabludovsky, reconozco como comunicóloga que ese trabajo
periodístico fue impecable, además de un referente para quienes estudiamos las
carreras de Periodismo, Ciencias de la Comunicación y/o Información, ya que con
esa narración tan atinada del otrora periodista pro-gobierno,
se cumplió tal cual lo reflejaría Woody Allen dos años después (1987) en su película Radio Days, en la que se retrata a la perfección lo importante que era el papel de la Radiodifusión en los años 40 y 50, ya que el aparato receptor era el “centro” de reunión de las familias, ya fuera para escuchar los concursos “en vivo” que se transmitían, o para no perderse “de oído” las radionovelas, y con ello se demostraba el poder de penetración en las familias de esas épocas; como también quedó de manifiesto en el experimento radiofónico de Orson Wells La guerra de los mundos (de 1938) en el que a través de una “simple” lectura –cargada de efectos sonoros y una musicalización ad hoc- puedes “sugestionar y paralizar” al público, haciéndoles creer que la tierra ha sido atacada por aliens.
Retomando el tema central de mi crónica, también me surge la
"duda" de ¿por qué el “licenciado” Zabludovsky (como solían llamarle quienes
trabajaban con y/o para él) gozaba de tantas pleitesías? Y es que en esos años aún
no había teléfonos celulares, y sólo algunos privilegiados contaban con automóviles
que incluían teléfonos portátiles alámbricos, será por eso que durante muchos
años ¿el “licenciado” fue considerado como el “vocero” oficial de Los Pinos?
Recuerdo que la percepción que tenía del temblor era
sinónimo de juego y diversión, ya que a las pocas horas de ocurrido, llegaron
dos tías con sus respectivos hij@s, quienes son más jóvenes, y justo por ello
sentía que no había sido tan “malo”, ya que me encantaba la idea de que podía jugar
con mis prim@s entre semana, cosa que nunca pasaba. Enseguida de que mis
familiares se “instalaron”, mi abuelita prendió la televisión y fue entonces
cuando “medianamente” me dí cuenta de las terribles consecuencias que dejó esa
“sacudida” de nuestro planeta, ya que pude presenciar cómo habían quedado
muchos edificios: derrumbados, incendiados, caídos; asimismo, fui testigo –y me
atrevo a generalizar que éste fue la emoción que imperaba entre los capitalinos
y los que de alguna manera fuimos afectados de - lo MÁS TRISTE y desolador fue ver
las imágenes de personas que corrían desesperadas con la esperanza de encontrar
a sus familiares bajo los escombros, ver llorar a niños y niñas de mi edad o
más pequeñ@s con una expresión en sus rostros de no entender qué había pasado.
Afortunadamente, también está la otra “cara de la moneda”, ya
que así como hubo muchos decesos, no podemos dejar de lado los conocidos “bebés
milagro”, quienes nacieron en el hospital Juárez, que se derrumbó por completo.
Eran 15 peques, que “vieron la luz” días antes del terremoto y que a los pocos
días (el 22 de septiembre) fueron rescatados de entre los escombros, y que hoy,
a 30 años, seguramente tienen mucho que contar de lo que ha sido su vida luego
de sobrevivir a ese triste día.
Y es que hay cientos de historias, que digo cientos, millones
de historias que seguramente son dignas de ser contadas y que todas tienen un
denominador común: el triste y doloroso recuerdo de haber sido afectado por tal
desastre natural.
Hoy a la distancia, luego de 30 años de haber vivido aquel
terrible movimiento, como comunicóloga mi reflexión va en el sentido de que lo
importante es saber si estamos preparados como sociedad para saber qué medidas
tomar y cómo “enfrentar” un temblor antes, durante y posterior al mismo, como se
dice que se espera un movimiento igual o más fuerte que el de 1985, debemos
aprender de esa experiencia tan trágica, pero a la vez tan enriquecedora, que
sacó lo mejor de aquellos que brindaron su ayuda, sin esperar nada a cambio.
Otro punto a tomar en cuenta es el hecho de cómo ha cambiado
la Ciudad de México no sólo en tamaño, sino en población, ya que hoy somos más
habitantes, hay más medios de transporte –por lo tanto más vialidades- se ha
incrementado el parque vehicular (o sea, el número de automóviles) y es
importante considerar que de 5 o 10 años a la fecha se construyen más y más
edificios en terrenos de 1,500 metros cuadrados, que antes se ocupaba para
fábricas en donde cabían 100 o 200 personas, actualmente en esos mismos
espacios se construyen edificios de demasiados pisos, y es que según el Plan de
Desarrollo Urbano, la regla –que depende de la zona- indica que en un espacio
de 50 a 100 mts2 quepan de 5 a 10 viviendas, con lo que podemos darnos cuenta
que mientras antes cabían unas 15 casas, por lo tanto el mismo número de familias,
en cambio, actualmente se pretende vivir 5 o 10 familias, pero hacia arriba, si
es un edificio de 20 pisos, serían –en promedio- unas 200 familias viviendo “al
aire”, es cuestión de echarle lápiz; o qué decir de los famosos rascacielos que
(todavía en esos años estaba prohibido construir edificios de no más de cuatro
pisos, salvo la Torre Latino) hoy pululan en las avenidas principales de la
ciudad, así como en las colonias de alto poder adquisitivo y/o en lugares donde
hay oficinas y centros de trabajo, como es el caso de la Av. Paseo de la
Reforma, y es que la tendencia actual es “levantar” edificios que no sólo son
utilizados para oficinas, sino que también se construyen centros comercial, despachos,
y departamentos para habitación, aparte de las amenidades (como son gimnasio,
alberca, spa, etc.)
De acuerdo con información obtenida del arquitecto Mario
Lara, estas nuevas viviendas y oficinas no se construyen a capricho, debido que
el programa anteriormente mencionado, hace un estudio minucioso de todas las
propuestas que se presentan, así como de si determinada colonia o zona en la
que se construirá, cuenta con los recursos suficientes para los nuevos
inquilinos y de esa forma, no afectar a quienes ya viven ahí desde antes.
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