viernes, 17 de abril de 2015

Espacios así nos brindan una esperanza para la cultura: el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris

Por: Luz Eréndira.

Sólo ver su fachada es imponente y majestuoso, recorrer sus pasillos equivale a un salto en el tiempo, presenciar y admirar un espectáculo de cualquier índole es mágico –que lo mismo remonta a los efectuados hace 70 o más años, que...

... a alguno presentado apenas hace unos días, como el que me tocó ver el pasado domingo 12 de abril para cerrar con “broche de oro” el Festival del Centro Histórico, pero eso ya se los contaré posteriormente- apreciar su arquitectura es un deleite visual; 

su acústica es perfecta, ya que te ubiques en donde sea, se escucha exactamente igual, o sea, genial; eso significa entrar y estar en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.

Ubicado en el número 36 de la calle Donceles, casi esquina con Ignacio Allende, en el Centro Histórico de “nuestra” Tenoch, este recinto cultural ha sido escenario de cientos de espectáculos,
y que si hablara por sí solo, seguramente nos contaría cómo se sintió cuando se cimbró al escuchar por primera vez el aplauso del público que presenció aquella primera ópera, o aquel primer concierto, o esa primera obra teatral.






La cantante Esperanza Iris fue quien se animó a crear un espacio cultural en la Ciudad de México a la altura de los grandes teatros de ciudades europeas, y es que la también actriz,  tenía su propia compañía de teatro (Compañía de Operetas Vienesas Esperanza Iris), con la cual viajó a distintas partes del continente americano, así como al europeo, lo que la colocó en una posición privilegiada al recibir distintos reconocimientos prácticamente en cada país que se presentaba:


  1.       En Cuba fue nombrada Reina de la Opereta y Emperatriz de la Gracia.
  2.     En nuestro país se le declaró Hija Predilecta de la Ciudad de México.
  3.       En España fue condecorada por el Rey Alfonso XIII.
Por lo mismo que Esperanza Iris tuvo tanta fama y aceptación en el extranjero, ello le permitió ahorrar y así solicitar la construcción de un teatro que albergara toda clase de espectáculos, y sin solicitar algún tipo de subsidio, se dio a la tarea junto con sus colegas –que pertenecían a la compañía de teatro- de buscar un espacio para levantar dicho centro.


Se dice que era una mujer que rompía esquemas, y cómo no, si en los años 20 hizo un espectáculo sólo para mujeres, lo que le valió críticas exageradas, y más porque no dejó que pasaran hombres. De acuerdo con la directora teatral Erika Torres “en ese entonces no se conocía lo que era el stand-up comedy, pero ella lo hacía, sin saber que después sería un género cómico”.

Proyecto de la fachada del teatro.
Foto del libro "El Teatro Esperanza Iris: la pasión por las tablas" de Araceli Rico.
La historia nos cuenta que este foro nació con “poca estrella”, y aunque resurgió como el ave Fénix, su antecesor era el teatro Xicoténcatl, quien abrió sus puertas en abril de 1912, pero el material del piso le auguró un final no muy feliz, ya que era de madera, lo que causaba mucho ruido, y el hecho de estar a un lado de la Cámara de Diputados, condicionó su pleno desarrollo, ya que habían advertido que "si se llega a notar que se producen ruidos molestos para la celebración de las sesiones de aquella o el trabajo de cualquiera de sus departamentos, no se dará licencia de función o ensayos en horas que se perjudiquen las labores de la Cámara", por lo que para diciembre de 1913, lo pusieron a la venta, fue ahí cuando uno de los miembros de la compañía de Esperanza Iris le “echó un ojo”, dando paso a la reconstrucción que –hasta nuestros días- podemos seguir contemplando.

Con una superficie de 1861 m2, este magnífico foro costó –según declaraciones de la misma Esperanza Iris- la cantidad de 500 mil pesos (con todo y los tres ceros que nuestro “grandioso” EX presidente Salinas le quitó), pidiéndole a los arquitectos Ignacio Capetillo Servín y Federico Mariscal
que se encargaran de la edificación, llevándose a cabo en apenas 1 año ocho días (del 17 de mayo de 1917 al 25 de mayo de 1918), fue así como el día de la inauguración llegaron varios invitados, entre los que destacan el entonces presidente Venustiano Carranza y su gabinete.




De acuerdo con el libro “El Teatro Esperanza Iris: La pasión por las tablas” de Araceli Rico, se encontró que el piso sobre el cual se construyó “El Iris”, contaba con las mejores condiciones para levantar un teatro en forma de herradura; además de haber sido empleado como un salón de baile.





El proyecto arquitectónico original buscaba edificar un teatro 
con las características de los que había en ciudades culturales de esa época, tales como Viena, París, Frankfurt, sin embargo, por el contexto económico y social que atravesaba México (mediados de la década de 1910)
resultó complicado llevarlo a cabo; no obstante, la calidad de “El iris” es excelente, aun considerando a su “posible” competencia, como lo es el Palacio de Bellas Artes, inaugurado unos años después (1934).

Según me cuenta mi esposo (quien es arquitecto) los elementos que conforman al Teatro de la Ciudad son adaptaciones de las edificaciones neoclásicas, destacando el estilo barroco, aunque más sobrio.
Puede apreciarse que la fachada tiene dos niveles, en la inferior hay cinco puertas muy altas que permiten entrar al inmueble, entre cada uno de los accesos hay unas columnas estilo corintio y al lado de las mismas puede verse unos balcones con las iniciales 

de su fundadora (EI), o sea, Esperanza Iris. En cada extremo (derecho e izquierdo) hay unos portones verdes  en forma de arco engalanadas por dos esculturas de cabeza de león, y encima de las mismas se aprecian unas figuras de cantera que hacen alusión al teatro, la comedia y la música.


Como todo recinto, a lo largo de su “vida”, “El Iris” ha sufrido modificaciones,  restauraciones, cambios, aunque siempre –claro está- para mejorar en su funcionalidad y embellecerlo cada que se pueda, es por ello que una vez que el Palacio de Bellas Artes fue inaugurado en 1934, el coloso de Donceles dejo de brillar, y es que la mayoría de los espectáculos que desfilaban en su escenario, en automático comenzaron a presentarse en el “palacio de mármol”.

De igual forma, el teatro Iris se vio afectado por el surgimiento de otros medios de divertimento como la Radio, el cine y la televisión, por lo que tuvo que adaptarse a ese nuevo contexto, es así que para septiembre de 1934 este recinto adquirió un nuevo
nombre: Cine-Teatro Esperanza Iris, que fungía como sala cinematográfica, en donde se proyectaron películas como El mago de Oz, Lo que el viento se llevó, Fantasía, entre otras.  


Más adelante, -en los años 40- fue escenario de personajes que posteriormente fueron figuras más que reconocidas: Agustín Lara, Tin Tan, Clavillazo, y más. 









Cuando falleció doña Esperanza Iris (1962), no había a quién legarle este coloso, ya que todos sus hijos habían muerto, y su esposo estaba en la cárcel, por lo que los parientes más cercanos –sus sobrinos- se disputaban la titularidad, lo que hizo que su administración fuera irregular, derivando  en la decadencia, ya que aunque sí registraba llenos totales, era porque el lugar ya se había convertido en una casa de burlesque.


Para 1975, una de las sobrinas de Esperanza Iris poco a poco le compró a sus parientes partes del teatro, y cuando ya era prácticamente dueña del inmueble, se lo vendió al entonces Departamento del DF, por lo que fue sometido a una remodelación a conciencia, a tal punto que para 1976 se reinauguró con la presentación de  la Orquesta Sinfónica Nacional,  además que en ese año fue renombrado como Teatro de la Ciudad, lo que 
permitió que recobrará su identidad y volvieran a desfilar en su escenario figuras como Silvio Rodríguez, Miguel Bosé, Pablo Milanés, Armando Manzanero, y otros de pesada envergadura.

Pero en 1984 sufrió un incendio que obligó a las autoridades capitalinas a cerrar nuevamente sus puertas para ser restaurado, y en 1986 reabren sus puertas durante 10 años, al verse dañada una parte de la fachada.  

De acuerdo con los datos de la página web de la Secretaría de Cultura del DF, para 2002 nuevamente fue un espacio vivo con el espectáculo "Viva la Zarzuela" bajo la dirección de Plácido Domingo, con lo que “se le dio su lugar de honor como escenario destacado de las expresiones artísticas y culturales”. 

Asimismo, para el 24 de octubre de 2008 se festejó el 90 Aniversario del Teatro de la Ciudad, en esa ocasión se presentó una gala de opereta y zarzuela titulada –como en sus inicios- "Un iris de esperanza", que buscaba hacer un homenaje a aquella época gloriosa para las artes escénicas de nuestro país, y para su representante más destacada: Esperanza Iris.

Fue justo ese día que el entonces jefe de Gobierno Marcelo Ebrard y Elena Cepeda, titular de la Secretaría de Cultura de la Ciudad, anunciaron que el Teatro de la Ciudad cambiaba su nombre a Teatro de la Ciudad "Esperanza Iris", con lo que se buscaba devolverle al recinto el nombre que le correspondía, como una forma de preservar la memoria y recordar la historia de nuestra cultura. 



Es una fortuna que este GRAN Teatro Esperanza Iris haya recobrado su objetivo inicial: ser un foro para las expresiones artísticas y culturales, y es que como les contaba al principio de esta reseña, el pasado domingo 12 de abril –para cerrar con “broche de oro” el Festival del Centro Histórico 2015- me tocó ver a un GRAN Actor, por demás consumado y experimentado en todas las ramas, y que en la lectura para niños es favorito no sólo de los peques, sino también de los “grandes” de edad –en lo personal me declaro su fan- y me refiero a Mario Iván Martínez, quien a través de su lectura “¿Qué me cuentas Oscar Wilde?” deja en  el escenario esa huella de experiencia y tablas que sólo él consigue, logrando el aplauso de niños y adultos, aunque también la sonrisa y el interés por seguir escuchándolo en sus ya varios discos que forman parte de su Colección “Un rato para imaginar”, aunque posteriormente les entregaremos una reseña de “Las calles de Mario Iván Martínez”, es una promesa. 

Así que ya tienen un motivo nuevo para recorrer las calles del Centro Histórico –en este caso  Donceles- de nuestra Tenoch, porque recuerden que hay que salir de casa para conocer esas historias escondidas de la Ciudad de México. 

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