lunes, 25 de agosto de 2014

La triunfal calle Madero (1ª parte)

Por: Norma 

No por nada la importancia de esta calle, empezando porque fue una de las primeras trazadas luego de la conquista sobre las ruinas de la antigua Tenochtitlan, además de atestiguar múltiples desfiles triunfales a lo largo de nuestra historia. Y para no obviar la lección, vamos por partes, en resumen. 

El coahuilense Francisco I Madero (1873-1913) recibió una formación principalmente agrícola desde su tierra natal y luego pasó al estudio de la Psicología. Pero la vista hacia la política se enfocó cuando el entonces presidente Porfirio Díaz afirmara en una entrevista que “vería con gusto la aparición de otros partidos políticos”, lo que motivó a Madero a escribir La sucesión presidencial de 1910. Desde entonces se alineó a los principios de no reelección de la Revolución Mexicana con miras combatir los más de 30 años de dictadura de Díaz, hasta ocupar la silla presidencial y ser asesinado en 1913 tras un golpe de Estado organizado por Victoriano Huerta.

Desde su apertura posterior a la conquista, Madero ha tenido varios nombres. Por secciones, primero se llamó San Francisco gracias a la vecindad con el convento del mismo nombre; luego calle de La Profesa, dada la importancia de este templo en aquellos días; después Plateros debido a la ordenanza del entonces virrey Lope Diez de Armendáriz para reunir en una calle a quienes ejercían tal oficio, de ahí que sea cuna de los centros joyeros de la zona.

En 1914, obviando el trámite ante el cabildo, el también revolucionario Francisco Villa martilló en Plateros e Isabela Católica una placa con el nombre de la actual calle, en honor a su compañero de lucha y amenazando, pistola en mano, a quien se atreviera a retirarla.

Actualmente, desde Eje Central hasta el zócalo capitalino es posible admirar este recién convertido corredor peatonal sin tener que pensar en que un auto te cortará la inspiración por correr hacia la acera. Así puedes observar con calma, mas no necesariamente sin gente, retazos de historia entre edificios, placas, centros joyeros y uno que otro balcón, además de mimos y esculturas humanas que pululan en casi un kilómetro de extensión. Aquí la primera parte del recorrido. 

Torre Latinoamericana
Innegable emblema y punto referencial del Centro Histórico. Con 44 pisos y 182 metros de altura, la Torre Latinoamericana fue el primer rascacielos de la ciudad construido en 1949 e inaugurado en 1956 sobre parte del terreno del que fuera convento de San Francisco. 
Vista desde la Alameda Central
Por mucho tiempo fue el edificio más alto de la ciudad. Hoy sigue siendo ocupado por diversas oficinas y visitado todo el año por turistas que desean subir a su museo, mirador, cafetería y acuario.
Un modelo de ingeniería vanguardista para su época, en la que no faltó prever el hundimiento y los movimientos telúricos desde los cimientos. Así, su base permite la suficiente oscilación del edificio durante un sismo.

Edificio Guardiola
Construido en lo que fuera la plazuela y posterior jardín del mismo nombre, en honor al segundo marqués de Santa Fe de Guardiola, este es uno de los    pocos edificios de la zona construidos ya avanzado el siglo XX.
Después del marqués fue residencia de la familia Escandón, cuyo patriarca Vicente mantuvo el jardín y mandó remodelar para convertirlo en palacio, luego de recibirlo como herencia. A la muerte intestada de Vicente, en 1938 fue demolida para construir el actual edificio anexo propiedad del Banco de México, que fungió como bóveda y sede del Club de Banqueros.
Es de hacer notar que del jardín no queda mas que algunos macetones y ya no se encuentra al ras del suelo, pues el hundimiento de la zona obligó a que se le añadieran escalones.

Palacio de Iturbide 
Una restauración en pro de la cultura
Primero casa del marqués de Jaral de Berrio, luego residencia de Agustín de Iturbide y hoy sede de la Fundación Cultural Banamex, única obra de la Nueva España construida en la zona con el lujo dedicado a la realeza, y de cuyo balcón salió Iturbide para ser proclamado emperador por el Congreso Constitucional. 
En el siglo XIX se convirtió en hotel y en la década de los 60 Banamex lo restauró para convertirlo en recinto cultural.


Casa de los Azulejos
Para admirar sus detalles
Placa alusiva
La talavera hecha edificio. Inicialmente fue casa de los condes del Valle de Orizaba y luego sede del Jockey Club México, lo que le dio un toque exclusivo a la zona durante el porfiriato. 
Actualmente una tienda Sanborns ocupa el predio, conservando en su interior el mural titulado Omnisciencia del mexicano José Clemente Orozco. 


Desde 2012 se realiza el festival Ópera en los Balcones que, de manera gratuita, permite a los turistas ser testigos de un repertorio de este género al pie de la Casa de los Azulejos.

Templo y convento de San Francisco
Parte del terreno fue anteriormente casa de los animales de Moctezuma. Ya levantado, el templo fue testigo de los funerales de Carlos V y lugar donde se celebraron las primeras confirmaciones.
Dada la importancia de este lugar, una fracción de la calle originalmente fue nombrada San Francisco. Y es que su extensión inicial era de 32 mil kilómetros cuadrados, ocupados por el templo, convento, cementerio y hospital desde Eje Central hacia Bolívar y de ahí a Venustiano Carranza.
Se dice que los monjes de la orden osaron contrariar las órdenes del clero dando ayuda a indigentes e incluso haciendo una recopilación de sus costumbres. Hoy sólo se conserva el templo.

Templo expiatorio de San Felipe de Jesús
Los vascos tenían en este templo un albergue para su fe. Debido a ello el coste para su edificación en el siglo XVII corrió a cargo de españoles, quienes lo tuvieron en pie hasta las leyes de Reforma. Fue en 1897 cuando se reabrió y reacondicionó para dedicarlo al primer santo mexicano San Felipe de las Casas.

Casa de José de la Borda
El español Juan José de la Borda, uno de los mineros más ricos de la Nueva España, mandó construir este inmueble que originalmente abarcaba toda una manzana.
Aún se conserva gran parte del predio original
Cuenta con un largo y continuo barandal que rodeaba el edificio y se dice que uno de los motivos era dar a su esposa un espacio donde pudiera tomar aire fresco sin necesidad de salir a la calle, debido a los celos de De la Borda.
Ya seccionado, el uso posterior y más famoso del predio fue que su sótano, como se acostumbraba en París, se acondicionara una de las primeras salas de cine de la ciudad: el Salón Rojo.  




Es la mitad del camino y aunque seguramente el turista querrá terminar el recorrido, al menos en cuestión de reseñas tendremos que hacer una pausa para continuar en una segunda y última entrega – prevista para dentro de dos lunes –. Pero es innegable que, gracias a su estratégica ubicación y acumulación de historias, Madero ocupa un lugar primordial en el croquis del primer cuadro de la ciudad. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

¿Te trae recuerdos? ¡Cuéntanos tus anécdotas!