Por: Luz Eréndira.
¿Recuerdan que hace unas 3 o 4 reseñas les platiqué de un edificio que es muy utilizado para hacer locaciones de programas de TV? Sí, uno que se ubica en la cerrada de Tulipán y Cedro...
... y es que caminar por calles en
donde se respira cultura, tradición e historia sólo puede hacerse en la Col.
Santa Ma. la Ribera, conocida por su particular arquitectura, tanto de casas
como de edificios, muy típicas y elegantes, construida durante el porfiriato, a
principios del siglo XX, aunque en realidad fue “descubierta” y construida
muchos siglos atrás.
De acuerdo con algunos documentos históricos, la zona que
hoy está alrededor de la Ribera de San Cosme, allá por 1524 fue destinada para
huertas por Hernán Cortés, quien –además- determinó el reparto de la esa vasta
área el 10 de septiembre de ese año.
Existen planos con la traza original de esta emblemática
zona, y datan de 1861, en donde que se aprecian sus manzanas, sus calles y los
nombres de las mismas, aunque es en 1856 cuando los dueños de las haciendas –de
acuerdo con documentos y registros históricos- La Condesa y La Teja, así como
del rancho anexo de Sta. María, decidieron donar sus propiedades para la
construcción de plazas, paseos, mercados, parques y calles. Y justo aquí hago
una pausa, ya que según el historiador Salvador Novo, la nomenclatura de sus
calles se debía a que: “…la botánica forestal alternaba… con la floricultura
–chopos, cedros, naranjos, pinos, nogales”.
Sinceramente ¿se imaginan que en el actual Distrito Federal
hubo –en su momento- una colonia con flora tan excéntrica y tupida, que debido
a ello le pusieron esos nombres a las calles de Santa Ma. la Ribera? Aunque me
resulta casi impensable, hubiera sido fantástico haber presenciado ese paisaje,
¿a poco no?
Las calles que corren de norte a sur recibieron nombres de
árboles (El Fresno, El Sabino, El Ciprés), en tanto las calles que van de
oriente a poniente fueron llamadas con nombres de flores (El Heliotropo, La
Camelia) hacia el norte de la colonia. Las calles hacia el sur en un primer
momento recibieron nombres de literatos mexicanos (Eligio Ancona, Salvador Díaz
Mirón, Amado Nervo).
Según registros del virreinato, y debido al buen clima y a
la exuberante vegetación que imperaba en esa área, familias acaudaladas
comenzaron a construir casas de veraneo a lo largo de la Ribera de San Cosme,
como la conocida Casa de los Mascarones, a continuación ahondaremos más sobre
la historia de este lugar.
Casa de los
Mascarones
Este emblemático inmueble –ubicado en la esquina de San
Cosme y Naranjo- cuenta con un largo historial de propietarios a través de los
años; es considerado como la primera casa construida en la “Santa María la
Ribera”, y es un excelente ejemplo del estilo barroco churrigueresco mexicano
del siglo XVIII. Construida en 1766, en su hermosa fachada conserva las rejas
de hierro de sus ventanas, la enorme puerta de madera y, en las bases de las
columnas estípites rematadas con atlantes, los pequeños mascarones que le dan
su nombre.
Pensada originalmente como una finca de campo, perteneció al
séptimo conde del valle de Orizaba, José Diego Hurtado de Mendoza, y fue la
primera casa en la que posteriormente sería la Colonia Santa María la Ribera.
El historiador Rivera Cambas afirmó que la casa de los
mascarones permaneció inconclusa y abandonada hasta 1822, cuando fue subastada,
a partir de entonces, tuvo distintos propietarios, que terminaron la
construcción. El canónigo Manuel Moreno y Jove, la acabó, con planes
diferentes, desconocido aún.
En 1850, este edificio albergaría el colegio de San Luis y
en 1871, el de Nuestra Señora de Guadalupe.
Vista lateral de la Casa de los Mascarones, foto de 1859. |
En 1873 la casa era propiedad de Ignacio Martínez Barral,
siendo vendida al señor Rafael Linares.
Casa de los Mascarones, foto de 1877. Fuente.- Latapí y Bert. |
En 1885, Linares vendió la casa al cura José Antonio
Plancarte, quien en 1893 la vendería a Luis G. Lavié.
El Lic. Genaro Fernández McGregor, recuerda en sus memorias
que la vetusta casa de Tlaxpana alojó un colegio del francés Narciso Guilbaut.
Después la ocuparía el instituto científico.
Se sabe que la casa fue usada como colegio desde 1850, pero
los datos sobre la época del Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe y sobre su
fundación siguen siendo inciertos.
Hacia 1897, el instituto contaba con instalaciones anexas a
la casa de los mascarones, probablemente los jesuitas coincidieran con la
compra del inmueble, hecha por Lavié en 1893.
En 1906, Lavié aportó al Instituto Científico de México la
propiedad del inmueble, comprando algunas de las acciones.
Hacia 1914, el Presidente de la República Venustiano
Carranza, nacionalizó la totalidad de la casa, lo que incluía la expulsión de
los jesuitas de éste.
El edificio fue utilizado como la Escuela Nacional de
Maestras, hasta 1925. Inmediatamente fue ocupado por una escuela primaria.
Mientras, la Universidad Nacional de México, sobreviviendo la lucha de la
revolución mexicana, a partir de 1921 contaría con una escuela de verano, la
cual se instalaría en la casa de los mascarones en 1925.
El 7 de octubre de 1929 se creó la Escuela de Música, aparte
del conservatorio. La sede provisional de esta escuela fue la Casa de los
Mascarones.
El edificio fue incorporado al patrimonio de la universidad,
mediante un efecto de la ley orgánica de la UNAM, el 10 de julio de 1929
.
Entre 1933 y 1944, la casa de los mascarones sirvió a los
cursos de verano y a la facultad de música, hasta que esta última pasó a formar
parte de la Facultad de Filosofía y Bellas Artes.
En 1935 la facultad de
Filosofía se trasladó de Licenciado Verdad Nº 4 a la casa de los mascarones.
Durante 1936 y 1937 en la casa coexistieron la Escuela
superior de Música, La facultad de Filosofía y estudios superiores y los cursos
de verano.
El 23 de agosto de 1940, el presidente Lázaro Cárdenas del
Río, declaró a través del diario oficial de la Federación, la utilidad pública
del Colegio de los Mascarones. Se menciona a la casa y al edificio anexo,
expropiando los dos, dado que los cursos de verano, como la escuela secundaria,
dependiente de la Secretaria de Educación Pública, quedarían establecidos en el
edificio que ocupan.
Entre 1941 y 1944 se emprendieron obras que le dieron al
edificio parte de su aspecto actual, develando aspectos que tuviese en el siglo
XIX.
El 14 de mayo de 1950, la Dirección General de Bienes
Nacionales de la Secretaría de Bienes Nacionales e Inspección Administrativa,
hizo entrega de la casa al rector de la UNAM, transfiriendo los derechos de la
federación sobre dicho bien.
La Facultad de Filosofía permaneció en el inmueble hasta 1954,
año en que fue trasladada a la ciudad Universitaria. La Escuela Nacional de
Ciencias Políticas ocupó el local hasta 1957.
En el edificio fue establecida la
Escuela Nacional Preparatoria 6, y permaneció ahí hasta 1965.
El 21 de octubre de 1959, la casa de los Mascarones fue
declarada monumento histórico por la Comisión de Monumentos.
Entre 1966 y 1967, la casa permaneció desocupada, hasta que
a finales de 1967, la Facultad de Música volvió a ocupar el inmueble.
Para el 3 de noviembre de 1994, la Dirección General de
Servicios de Cómputo Académico, retoma la dedicación al estudio del edificio,
haciéndolo parte de la extensión universitaria de centros de cómputo. Aunque
desde hace unos 18 años la misma UNAM comenzó a impartir clases de idiomas, por
lo que funciona como una extensión del Centro de Enseñanza de Lenguas
Extranjeras (CELE), que por cierto cuenta con profesores de alta calidad, así
que como ORGULLOSA PUMA QUE SOY, les comparto que esta emblemática y BELLA
vivienda, la de los Mascarones, hoy funge como un “templo” de sabiduría y
esparcimiento académico.
Así que si siguen de vacaciones y están en el DF y “no
saben” qué hacer (cosa que veo poco probable, ya que hay mucho por ver, conocer
y visitar) les recomiendo que se den una vuelta por estos lares, recuerden su
ubicación: esquina de Ribera de San Cosme y Naranjo, a un paso del metro San
Cosme, de la línea azul.
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