Por: Norma.
Por curiosidad personal y luego profesional, acepté el reto de rascar la historia de la calle en la que vivo, dando por hecho que internet sería suficiente. Dicen que “googleando se llega a Roma” pero ¿a Amores? ¡Oh, sorpresa! Internet está plagado de links románticos y pasionales.
Por curiosidad personal y luego profesional, acepté el reto de rascar la historia de la calle en la que vivo, dando por hecho que internet sería suficiente. Dicen que “googleando se llega a Roma” pero ¿a Amores? ¡Oh, sorpresa! Internet está plagado de links románticos y pasionales.
Amores que matan, amores prohibidos, amores fraternales y hasta amores perros se agrupan en un montón de resultados que arroja Google, pero la avenida en la que he vivido por años no parece importarle al buscador. Definitivamente, si viviera en la calle Hidalgo tendría material de sobra.
Antes de iniciar la búsqueda lo primero
que se me vino a la mente fue que los personajes y hechos relevantes se
agotaron en el Centro Histórico al momento de nombrar esta avenida. Por lo
tanto, el extinto Departamento del Distrito Federal no tuvo más remedio que
bautizarla con romanticismo.
Pero mi sospecha no sólo no me
convenció, sino que la idea era investigar, llegar lo más cercano al origen; no
había más opción que seguir rascando. Así, pude averiguar que la colonia se
fraccionó a principios de 1900 como Colonia Campestre Del Valle, cuando la zona era mayoritariamente
agrícola y uno de los principales predios era el Rancho Amores, donde se
cultivaba maíz y maguey.
La finca principal se hallaba en lo que
hoy conocemos como Plaza Mariscal Sucre. Sí, aquella que todavía conserva un
lindo kiosko entre sus jardines.
El kiosko y su vecindad con el templo del Sagrado Corazón |
El gobierno de Porfirio Díaz autorizó la
construcción de casas de descanso en el área con la condición de que se
conservara en lo posible las áreas de cultivo, por lo que los lotes debían ser
mayores a 1,500 metros cuadrados, de ahí el terreno actual de algunas
casas.
Sólo algunos acaudalados disfrutaron del
toque campestre que tenía la zona en ese entonces, como la familia de José Yves
Lymantour, entonces secretario de Hacienda. Fue hasta los años 20 cuando inició
el trazo de la avenida Amores que perduró pequeña y apacible hasta los años 70,
cuando se iniciaron los trabajos para convertirla en el Eje vial 3 poniente,
desde Obrero Mundial y hasta lo que fue su finca principal: División del Norte.
A partir de ese punto deja de ser eje vial para topar con Río Churubusco.
Los amantes de la música mexicana deben
saber que en esta calle, antes de convertirse en eje vial, vivió el cantautor
José Alfredo Jiménez. Entre otros sitios reseñables se encuentra la estación
del Metrobús del mismo nombre en el cruce con Xola, la citada Plaza Mariscal
Sucre en el cruce de División del Norte y Av. Colonia del Valle, el antiquísimo
Instituto México al cruce con Miguel Laurent y el jardín Pascual Ortiz Rubio al
cruce con Félix Cuevas.
Parque Pascual Ortiz Rubio |
Entrada principal al instituto |
Hoy, a excepción de los jardines de la que fuera casa grande de aquella finca, Amores es sólo un referente para todos aquellos que viajan desde la colonia Roma con dirección al sur de la ciudad. Nada de romanticismo, sólo alternativa vial.
Nunca me imaginé que en la calle de Amores hubiera vivido el maestro José Alfredo, ni que el parque en el que me eché la única 'pinta' se llamara Pascual Ortiz Rubio.
ResponderBorrarLo que sí me dolió fue que el Instituto México fuese antiquísimo, ya que la campana que se usaba para terminar el 'recreo', (si no había luz) tiene o tenía en su fundición la cifra 1941.
¡Nada de dolor! Aunque admitimos que quizá la palabra "antiquísimo" debió ser sustituida por "legendario", pues junto a otros colegios levantados por la zona, el Instituto México guarda una innegable experiencia y tradición, no solo en la calle Amores, sino en la colonia entera.
BorrarSimplemente el dato que nos compartes acerca de la campana...¡qué interesante! De tener oportunidad, nos hubiese gustado mucho fotografiarla para dejar el testimonio y, si estás de acuerdo, editar dicha reseña agregándole esa información.
Gracias por tu lectura y, por supuesto ¡gracias por el comentario!