Por: Norma
Márquez
Me acerqué a
don Gabriel algo dudosa, sabiendo que entre estrellas, corazones y caricaturas
de látex, hallar un globo en forma de platillo volador sería algo difícil. Y en
efecto, no tenía uno que siquiera se le pareciera, pero gracias a ello tuve la
oportunidad de entablar con él una agradable conversación que se prolongó más
allá de un posible “deme ese, por favor”.
Don Gabriel y su esposa |
Resumir en
una cuartilla la vida de don Gabriel resulta poco menos que imposible, sobre
todo cuando lo personal y lo laboral se hacen uno en quien ha dedicado más de
50 años de su vida al oficio que aprendió de sus antecesores.
Lavar, hervir,
inflar y pintar los globos es sólo parte de la faena. Aprendió a barnizarlos
para que duren más y entre altibajos se hizo de clientes asiduos con el paso de
los años, como el chofer del periodista Ricardo Rocha que de pronto apareció por
ahí, y una mujer que cada ocho días le compraba un globo en forma de corazón
para su marido.
A pesar de
padecer apuros, frío y hambre, don Gabriel vive de y en la calle manteniendo la
sencillez y el sentido del humor, pero la nostalgia le invade al reconocer que,
muy a su pesar, el oficio ya no es tan popular como lo fue antes.
Y es que, si
bien los globos de antaño exigían un riguroso proceso y la creatividad del
globero para que sus productos tomaran formas animales o de simples balones de
colores, su fama ha sido sustituida por los globos metálicos prefabricados que anulan
por completo la necesidad de emplear un ritual aprendido por generaciones. Aún
así, el cómo, cuándo y por qué de la vida del globero se dejó venir en un diálogo
por demás entretenido con don Gabriel, tanto, que invitó a su esposa a
acercarse agregándole sazón a una plática que pareció de unos cuántos minutos
pero nos llevó al menos una hora.
Por si fuera
poco, tras ese humilde globero descubrí a alguien con más prestigio del que
hubiese imaginado. Entrevistado decenas de veces por diferentes medios de
comunicación, don Gabriel conserva la modestia de ser quien es y la consigna de
un oficio que abraza entrañable, sintiéndose orgulloso, además, de que su labor
dé color y algarabía a la perspectiva visual de la zona donde se asienta, en la
Plaza Plan de San Luis de San Ángel.
Personas habemos muchas, personajes sólo unos
cuántos. Más por curiosidad, llegué a él buscando un “imposible volador” que no
encontré, pero sin desembolsar un solo peso me llevé en la memoria la sencillez
de don Gabriel y la gala que hace de su oficio, colocándolo merecidamente como
un honorable personaje de Tenoch.
Lástima que la tradición de los globos se este perdiendo, sin embargo artículos como el tuyo pueden dar un poco de 'aire', y así cuando menos queda documentado lo que esa tradición ha sido.
ResponderBorrarBravo por la descripción, sigue así echándole ganas; te felicito.
¡Qué gusto que haya sido de tu agrado! Efectivamente, si este oficio se ha ido perdiendo, está en nosotros mantenerlo con vida al menos documentándolo, ¡muchas gracias, papi!
Borrar