Por: Norma Márquez
“¡Hay merengueees!”
Una mesita plegable y una charola, suficientes para que estos dulces típicos
– elaborados con azúcar, huevo, almíbar y un toque de pulque que le da
consistencia y un característico sabor – lleguen a plazas públicas de la mano
del merenguero, quien por generaciones ha acarreado muéganos, obleas, palanquetas,
y obvio, merengues, endulzando los pasos peatonales de la ciudad mediante un oficio
ancestral.
El merenguero, al que "cortamos" a petición suya |
Dicen que
éstos acostumbraban echarse un volado con cuanto marchante tuviesen enfrente apostando
el costo de los dulces que expendían. De hecho obtuvieron fama de convertirse
en suertudos ganadores cada vez que se trataba de jugársela entre cara o cruz.
Este me lo topé
en un tianguis, algo tímido frente a la foto y sin ánimo de apostar, pero dispuesto
a desafiar nuestra tentación describiendo el contenido de su charola.
Y sí, tal vez no apostó el costo de su mercancía, pero terminó cautivando nuestro
paladar haciéndonos llevar una buena dosis de rosada y dulce tradición.
¡En fin! No hubo apuesta, pero para ser un oficio nacido en la época virreinal, es un alivio saber que ni siquiera la modernidad ha borrado del todo su pregón ambulante entre las plazas públicas de la Ciudad de México.
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