Por: Luz Eréndira.
Aún no conozco a la persona que no se alegre al escuchar la “típica”
melodía “tiernita”, y que al oír los primeros acordes, en automático, se te hace
agua la boca, y me refiero al...
señor de los helados, sí, pareciera que tiene el “don”
de ponerte de buenas cuando le compras uno, y más en esta época cuando el calor
está a todo lo que da.
Resulta que iba caminando con mi peque, y al escuchar esa
melodía, luego luego me dijo “mamá, quiero un helado”, claro, debo decir que
vio la camioneta con los helados dibujados, sin embargo, su sonrisa fue tan
espontánea y natural, que no lo dudé ni un segundo, y se lo compré.
Y pareciera que la palabra helado es sinónimo de “alegría”,
de “ponerte de buenas”, porque cuando escuchas esa “musiquita” o el clásico
sonido del “claxon” que anuncia la venta de nieves, hace que enseguida se te
antoje uno; o cuando ves la camionetita o al señor(a) en su “bicicleta” y/o cargando
una caja de unicel con helados, también tienes la misma reacción.
Y es que no hay por cuál sabor decidirte, mientras te
refresquen, da lo mismo probar uno de limón (el tradicional), uno de fresa, uno
de mango, de guanábana, en fin, cualquier sabor es DELICIOSO, y más si lo
pruebas al lado de un peque latosill@.
Gracias al “señor de los helados” no sólo por regalarnos sonrisas,
sino por brindarnos a través de sabores y colores, conos o vasitos -y cucharitas- risas y alegría
al cien.
¡¡¡Aaaahhhhh, y recuerden que podemos encontrar a este personaje de Tenoch, en
cualquier parque, calle o rincón de nuestra Ciudad de México!!!
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