lunes, 29 de junio de 2015

Un volado en la calle de Moneda

Por: Norma
Porque la historia de nuestra ciudad y las raíces de una nación no sólo están escritas en los libros; la calle Moneda es un ejemplo de ello, con rincones tan ornamentales como memorables que abarcan desde la época prehispánica, pasando por la colonial y llegando hasta nuestros días.
Una opción es acudir a los libros de historia para descubrir hoy las huellas de lo que fue este camino, que recorre de oriente a poniente una parte del Centro Histórico de la Ciudad de México. La otra es atestiguar la bibliografía en el propio suelo, y créanme que bien lo vale. 

He aquí el volado que me llevó a un modesto recorrido por una pequeña calle repleta de comerciantes, pero que el paseante curioso no debe dejar de andar, empezando por responder a su nomenclatura. La que fuera segunda casa de Moctezuma, se convirtió entre 1734 y 1850 en la antigua Casa de Moneda. Ahí la respuesta, pero falta el resto de una meritoria caminata por la antiquísima calle Moneda.

Aquí, la primera cantina con licencia
En 1872, en la esquina con Seminario, se inauguró la ahora extinta cantina El Nivel, primer local con licencia para expender licores a sus visitantes y cuyo nombre se debió a su antigua cercanía con el Monumento Hipsográfico, que por años marcó el nivel de las aguas del lago de Texcoco.
Allá, la primera universidad de América
La cantina El Nivel ocupó buena parte del inmueble donde, en 1551, se fundó la primera universidad de América como Real y Pontificia Universidad de México y en cuyo muro persiste el escudo que lo ratifica. Sin embargo ya no es posible apreciar una inscripción tallada en latín, debido a las obras. Actualmente el inmueble está en custodia de la UNAM. 



Un rincón del Benemérito de las Américas
En uno de los costados de Palacio Nacional es posible hallar una placa que muestra el lugar exacto donde se encontraba la habitación del ex presidente Benito Juárez al morir en 1872.

Un excepcional rescate de la Casa de Moneda
En 1865 la Casa de Moneda se convirtió en resguardo del patrimonio oficial como Museo Nacional de Arqueología, Etnografía e Historia, acervo que en 1964 se trasladó al Museo Nacional de Antropología, dando espacio al Museo Nacional de las Culturas, un lugar de acercamiento a diversas civilizaciones nacionales e internacionales con exposiciones fijas y temporales.

De santuario prehispánico a museo
La protección de los guerreros prehispánicos corría a cargo del señor del inframundo Tezcatlipoca, cuyo santuario aún puede verse en el subsuelo de algunos rincones del Palacio del Arzobispado como un vestigio más de la extensión original del Templo Mayor, cubierto por un inmueble colonial en el que, se dice, Fray Juan de Zumárraga y el devoto Juan Diego se entrevistaron por motivo del ayate de éste con la imagen de la virgen María de Guadalupe. El recinto también fue cárcel y cuartel general y ahora, el predio colonial con las ruinas del santuario están al cuidado de la Secretaría de Hacienda con un museo de arte con exposiciones itinerantes y el mural Canto a los Héroes a cargo de José Gordillo.

Acá, la primera imprenta de América
Aún visible, la enorme placa tallada en el muro es patente que en la esquina con Primo Verdad “el Virrey Don Antonio de Mendoza estableció aquí en el año de 1536 la primera imprenta de América”. Actualmente es una impecable librería de la Universidad Autónoma Metropolitana, aunque no está de más comentar que en su interior se fundieron las campanas de catedral en 1527; de paso también podemos darnos una idea de la extensión del santuario de Tezcatlipoca pues en el subsuelo se halló una colosal cabeza de serpiente que la librería conserva como honroso ornamento tras las obras realizadas en 1989.

Un estudio para el autor de La Catrina
Contigua a la librería se encuentra la Casa del Mayorazgo de Guerrero, de la que una parte fue entre 1912 y 1946 sede del Conservatorio Nacional que Rufino Tamayo ambientó con su mural La Música, mientras que en la otra fracción el ilustrador autor de La Catrina, José Guadalupe Posada, instaló su taller hasta su muerte en 1913, tal como lo indica la placa en el muro.



Dos mil voces para Santa Inés
Por último encontraremos la iglesia de Santa Inés, cuya fundación en el año 1600 es notoria echando un ojo a la cima, que aún con yerbas no merma la fortaleza de una antigua construcción, donde todavía permanece uno de los órganos más importantes del país de fabricación italiana, ensamblado en México en 1909 para hacer sonar sus dos mil voces en el interior del templo.

Y es así como, ayudados de la bibliografía y en tan sólo unos pasos, recorrimos no sólo un camino entre paseantes y pregones de comerciantes, sino siglos de historia, magia y secretos guardados en la antigua calle Moneda.

FOTOS: Tania Colón M. FUENTES: Museo Nacional de las Culturas, Casa de la Primera Imprenta de América, página web del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).

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