Por: Norma
Porque la
historia de nuestra ciudad y las raíces de una nación no sólo están escritas en
los libros; la calle Moneda es un ejemplo de ello, con rincones tan
ornamentales como memorables que abarcan desde la época prehispánica, pasando
por la colonial y llegando hasta nuestros días.
He aquí el
volado que me llevó a un modesto recorrido por una pequeña calle repleta de
comerciantes, pero que el paseante curioso no debe dejar de andar, empezando
por responder a su nomenclatura. La que fuera segunda casa de Moctezuma, se
convirtió entre 1734 y 1850 en la antigua Casa de Moneda. Ahí la respuesta,
pero falta el resto de una meritoria caminata por la antiquísima calle Moneda.
Aquí, la primera cantina con licencia
En 1872, en
la esquina con Seminario, se inauguró la ahora extinta cantina El Nivel, primer
local con licencia para expender licores a sus visitantes y cuyo nombre se
debió a su antigua cercanía con el Monumento Hipsográfico, que por años marcó
el nivel de las aguas del lago de Texcoco.
La cantina El Nivel ocupó buena parte del inmueble donde, en 1551,
se fundó la primera universidad de América como Real y Pontificia Universidad
de México y en cuyo muro persiste el escudo que lo ratifica. Sin embargo ya no
es posible apreciar una inscripción tallada en latín, debido a las obras.
Actualmente el inmueble está en custodia de la UNAM.
Un rincón del Benemérito de las Américas
En uno de los
costados de Palacio Nacional es posible hallar una placa que muestra el lugar
exacto donde se encontraba la habitación del ex presidente Benito Juárez al
morir en 1872.
Un excepcional rescate de la Casa de Moneda
En 1865 la Casa de Moneda se convirtió en resguardo del patrimonio
oficial como Museo Nacional de Arqueología, Etnografía e Historia, acervo que
en 1964 se trasladó al Museo Nacional de Antropología, dando espacio al Museo
Nacional de las Culturas, un lugar de acercamiento a diversas civilizaciones
nacionales e internacionales con exposiciones fijas y temporales.
La protección de los guerreros prehispánicos corría a cargo del
señor del inframundo Tezcatlipoca, cuyo santuario aún puede verse en el
subsuelo de algunos rincones del Palacio del Arzobispado como un vestigio más
de la extensión original del Templo Mayor, cubierto por un inmueble colonial en
el que, se dice, Fray Juan de Zumárraga y el devoto Juan Diego se entrevistaron
por motivo del ayate de éste con la imagen de la virgen María de Guadalupe. El
recinto también fue cárcel y cuartel general y ahora, el predio colonial con
las ruinas del santuario están al cuidado de la Secretaría de Hacienda con un
museo de arte con exposiciones itinerantes y el mural Canto a los Héroes a
cargo de José Gordillo.
Acá, la primera imprenta de América
Aún visible, la enorme placa tallada en el muro es patente que en la
esquina con Primo Verdad “el Virrey Don Antonio de Mendoza estableció aquí en
el año de 1536 la primera imprenta de América”. Actualmente es una impecable librería
de la Universidad Autónoma Metropolitana, aunque no está de más comentar que en
su interior se fundieron las campanas de catedral en 1527; de paso también
podemos darnos una idea de la extensión del santuario de Tezcatlipoca pues en
el subsuelo se halló una colosal cabeza de serpiente que la librería conserva
como honroso ornamento tras las obras realizadas en 1989.
Un estudio para el autor
de La Catrina
Contigua a la librería se encuentra la Casa del Mayorazgo de
Guerrero, de la que una parte fue entre 1912 y 1946 sede del Conservatorio
Nacional que Rufino Tamayo ambientó con su mural La Música, mientras que en la
otra fracción el ilustrador autor de La Catrina, José Guadalupe Posada, instaló
su taller hasta su muerte en 1913, tal como lo indica la placa en el muro.
Por último encontraremos la iglesia de Santa Inés, cuya fundación en
el año 1600 es notoria echando un ojo a la cima, que aún con yerbas no merma la
fortaleza de una antigua construcción, donde todavía permanece uno de los
órganos más importantes del país de fabricación italiana, ensamblado en México
en 1909 para hacer sonar sus dos mil voces en el interior del templo.
Y es así como, ayudados de la bibliografía y en tan sólo unos pasos,
recorrimos no sólo un camino entre paseantes y pregones de comerciantes, sino siglos
de historia, magia y secretos guardados en la antigua calle Moneda.
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