Por Norma Márquez
Hace
unos meses caminaba sobre la calle La Morena de la colonia Narvarte
dando por hecho el entorno, pero al llegar a la esquina con Rébsamen
uno de los árboles del camellón llamó mi atención. Parecía
sostener un simple adorno, lo suficientemente llamativo para
atravesarme a curiosear.
Corazón tejido en La Morena y Rébsamen |
Rodeando
el tronco, un chal tejido en forma de corazón cambió mi perspectiva
de un simple adorno, pues detrás de él se encontraba uno de tantos
edificios dañados por el sismo de septiembre de 2017, hoy derrumbado
y bardeado.
Pero
no es el único corazón en su tipo. En otra caminata de rutina
encontré otro chal con las mismas características sobre la Av.
Gabriel Mancera, justo frente al terreno que ocupara el edificio en
la esquina de la calle Escocia, hoy convertido en estacionamiento
público. ¿Casualidad? No creo, como tampoco creo que sean los
únicos.
Corazón tejido en Av. Gabriel Mancera |
He
buscado en internet con cualquier cantidad de combinaciones para dar con
el autor de ese par de chales tejidos en forma de corazón colocados
frente a edificios caídos, pero no he tenido suerte. Tal vez rinde
tributo desde el anonimato como signo de humildad, pues cuando la
generosidad busca el reconocimiento social tras hacerse pública
corre el riesgo de caer en el terreno de la vanidad.
Me
queda clara la intención, y a falta de datos ¿por qué no pensar
que cada uno simboliza la unión del tejido social cobijada con un
chal de corazón, como muestra de solidaridad y respeto ante los
caídos? Pero esa es mi interpretación.
Av. Gabriel Mancera y Escocia |
Como
sea, si alguien conoce al autor, hágale saber que aplaudo su nobleza
desinteresada pendiendo de dos árboles. Seguramente no imaginó que
su muestra fraternal cambiaría mi manera de dar una caminata común:
hay que bajar el ritmo, desacostumbrarnos al entorno, mirarlo a
detalle y despertar nuestra capacidad de asombro. Tal vez encontremos
otras historias escondidas entre tantas que creemos conocer de esta
enorme Ciudad de México.
Lo
dicho, esta ciudad no deja de sorprenderme.
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