Por
Norma Márquez
Entre
los vestigios históricos de la colonia Chimalistac, esta pequeña
ermita se levanta como testigo de un terreno que en el siglo XVI se
consideró apto para la meditación en completa soledad. La Cámara o
Ermita del Secreto fue construida en 1620 por reglamento
eclesiástico, con el fin de propiciar el retiro y la oración en
silencio entre los frailes de la orden de los Carmelitas Descalzos.
Pero no sólo el sigilo dio nombre a la ermita. Gracias al diseño de su bóveda, una voz emitida desde un ángulo de la cámara genera un fenómeno acústico perfecto para percibirse únicamente hasta el otro extremo, sin que los demás la escuchen.
De
ahí también el nombre de la calle con esta ermita que actualmente forma una
pequeña glorieta empedrada y arbolada que desemboca en el bullicio
de Insurgentes Sur, aunque entre sus historias, secretos y memorias
pareciera guardar también algo del silencio y serenidad que exigía
la ordenanza religiosa, a casi 400 años de su edificación.
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