Por Norma Márquez
Durante las noches
del México colonial las calles eran vigiladas por el sereno, quien
custodiaba farola en mano bajo el pregón “las doce y tooodo
serenooo”, trasladándolo junto con su silueta por cada rincón de
una ciudad, que si acaso contaba con algunas lumbreras al exterior de
las casas.
El sereno, farola en mano |
Sin embargo, no
faltaría el trasnochado que rondara la oscuridad de las calles y a
pesar de saber de la presencia del sereno, una sombra extraña
temiendo la de algún maleante le haría expresar: “será el
sereno, pero... ‘ámonos de aquí”. De ahí surgió tal
expresión.
Y será el sereno. A pesar de haberse originado desde aquel entonces, dicha
expresión se sigue utilizando ante la duda o la inconformidad de
algún argumento. Es lo único que permanece del oficio de quienes
fueran los primeros vigilantes nocturnos de las oscuras calles de la
ciudad.
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