Por: Norma
Entre la leyenda del callejón que lo cobija, el
aroma a libro antiguo y el abolengo de la afamada condesa y la Casa de los
Azulejos, encontramos a este chelista concentrado en ofrecer su música a través
del registro melancólico de su inseparable acompañante.
Ninguno de los dos pasa
desapercibido, mucho menos para quien aprecie dar un paseo con calma entre las
calles del Centro Histórico de esta Ciudad de México.
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